Capítulo 37: verdades incómodas

587 70 10
                                    

Volver a mi casa fue tan pero tan extraño que no sabía ni cómo describirlo. Ver el cielo, las casas, la gente...Todo parecía irreal; o mejor dicho, parecía irreal que a tan pocos segundos vivieran otras personas en otro planeta de una manera distinta.

Mi mente estaba trabajando fuerte para aceptar el hecho de lo que acababa de pasar. Estaba tirada en el sofá, con la tele encendida, pero sin prestarle ninguna atención. Porque mi mente no paraba de pensar. De unir puntos, de revivir las experiencias que acababa de vivir.

Por suerte, los chicos habían tenido razón y me encontraba sola, en mi hogar. Resulta que el tiempo en Khracira realmente es lento comparado con el de la Tierra. Así que, mis padres todavía estaban trabajando, y no eran ni las siete de la tarde.

Y yo me encontraba agotada. Nadie nunca me advirtió que viajar a otro planeta iba a ser agotador. No me imaginaba el día que conociera a mis padres, ni al castillo, ni a las demás cosas.

Cuando volvíamos al planeta Tierra, Horus y Dhimot básicamente me dijeron que lo que había visto hoy era muy poco comparado con lo que me iban a mostrar en un futuro. No había visto cómo vivían las personas, cómo se comunicaban, cómo trabajaban, cómo era su día a día, y menos que menos había visto el de mis padres. Así que, sí, eso me había alterado un poco, también. Porque decir que lo que vi hoy era algo pequeño, que ver playas y animales de otros colores y formas era pequeño, era preocupante. Para mí, había sido algo inmenso, imposible de describir.

Pero bueno, Horus había sido muy convincente, así que aquí estaba. Analizando todo una y otra vez.

El pitido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, y lo recogí enseguida. Al ver que era Emma, lancé un suspiro. Rayos. Había olvidado lo del instituto de hoy, debía armar una buena excusa.

—Hey—respondí y mordí mi labio.

Emma tardó unos segundos en contestar.

—¡Holaaa! ¿Te acuerdas de mí? ¿Tu mejor amiga? Porque me tienes abandonada. En serio. Si pudiera hacerte una denuncia, lo haría—suspiró.—¿Esta todo bien? ¿Por qué te fuiste temprano hoy?

No pude evitar reír.

—Lo siento tanto, Ems...Y sí, esta todo bien. Mis padres necesitaban... mi ayuda para unas cosas.

Había sido la mentira más pobre del mundo. Lo sabía.

Emma resopló.

—Eso no es para nada sospechoso, pero lo dejaré pasar. Escucha, es viernes a la noche y me estoy deprimiendo a más no poder, así que, ¿por qué no te vienes a casa?

No me pareció una mala idea en absoluto.

—Me parece un plan genial. Estaré allí en un rato.

—¡Genial! Y oye, ponte algo lindo.

Mi corazón se detuvo por unos instantes.

—¿Emma? ¿Por qué querría ponerme algo lindo?

Soltó un suspiró.

—Pues porque sí. El amor propio es importante, ¿sabías? No tiene que haber una razón para la que te tengas que poner linda...

Ya, claro.

—Emma Larsh—dije su nombre firmemente, sabiendo que odiaba que lo usara.

Resopló.

—¡Es en serio!

Puse los ojos en blanco y sonreí un poco de costado.

—No hay ninguna posibilidad de que me lo hayas dicho por amor propio. Así que, ahórrate las excusas y dime.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora