Capítulo 2: mitología egipcia

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Emma frunció el ceño.

― ¿Estás segura?

― Sí...Estoy segura, Ems.

Le había contado de mi extraño encuentro con el chico, Horus, y le pregunté si había alguien así en este pueblo. Su respuesta fue predecible:

―Pero es que me parece raro. Es decir, ¿qué persona llamada Horus con heterocromía está en Mine Concect? ―Levantó las cejas y no me dio tiempo a responder—. Exacto, ninguna. Y de aquí créeme que no es. Im-po-si-ble. Te repito. Imposible. Me acordaría sino—asintió con la cabeza.

―Es verdad... Creo que ya pasaron más de treinta minutos, ¿no? ―Dije señalando la tintura de mi cabeza.

Abrió los ojos como platos y empezó a enjuagarme el cabello. Cuando terminó, me lo secó y admiramos juntas su «obra de arte».

―Bueno, te quedó muy bien—declaró con una sonrisa

―Todo gracias a ti―respondí, agradecida de que fuera tan buena.

Luego de que me secara el pelo, bajamos a cenar junto con mis padres.

― ¿Qué hay de comer, mamá? ―pregunté sentándome en una silla de la redonda mesa que había en el salón principal.

―Lasaña de verduras, tu favorita.

Mis padres basaban su alimentación en vegetales y productos que no derivaban de animales desde antes de que yo naciera, y yo también lo hacía. Ellos me habían explicado las razones: maltrato y explotación animal en escalas asquerosamente industriales, y con eso bastó para que yo me decidiera a ser así también. Nunca me obligaron a nada, siempre me dieron opciones, pero elegí el amor sobre los animales antes que el egoísmo. Esto significaba que en toda mi vida no había probado carne. Ni un trozo. Y no planeaba comer cadáveres ni en sueños.

―Que rico, Isa ―dijo Emma, mientras que tomaba lugar al lado mío.

Era habitual tenerla a ella y a Trevor cenando aquí, y también que yo cenara en sus casas. Mis padres eran amigos de los padres de ellos desde hacía mucho tiempo, por lo que Emma, Trevor y yo crecimos prácticamente juntos. Era lindo poder considerarlos como parte de nuestra familia.

Mi padre nos preguntó cómo había sido nuestro día y le contamos que nada extraño había sucedido, sino que había sido aburrido, como todos los demás.

—Aunque, en realidad—comenzó a decir Emma—, no fue tan común. ¿Saben de algún chico llamado Horus, con heterocromía, que viva acá en el pueblo?

Me atraganté con el agua y Emma me miró entornando los ojos. Cuando la fulminé con la mirada y negué con la cabeza, despacio y disimuladamente, entendió el mensaje.

―Lo siento, déjenme reformular la pregunta—corrigió rápidamente—. Quiero comenzar a grabar una especie de mini serie y se me ocurrió un personaje con esas características. Quería saber si conocen a alguien así para que pueda representar ese papel—sonrió inocentemente.

Me quedé atónita. Había inventado todo eso en tres segundos y no entendía cómo lo había hecho.

Era una gran mentirosa.

Mis padres se miraron entre sí, y mi madre sonrió débilmente.

―No, no conozco a nadie así. Igualmente, te felicito por la elección. Ese nombre con esas características debe tener una gran historia―le respondió mi padre volviendo la atención a Emma.

Lo miré, confundida.

― ¿A qué te refieres?

Mi madre rio.

―Cariño, cuando terminemos de comer, sube a tu habitación y busca en internet «Horus». Así, la palabra simple. Fíjate qué te aparece—respondió y luego dirigió su atención a Emma–. Si en tu historia aparece alguien con esas características, ya sabes la respuesta, ¿verdad?

Emma levantó bruscamente la cabeza y sonrió.

―Claro que sí, pero prefiero no arruinarle la sorpresa a Iris...

Yo no entendía nada y, por la miradita que Emma me lanzó de soslayo, podía decirse que ella tampoco. Cuando terminamos de cenar, subimos las dos corriendo a mi habitación y cerramos la puerta. Saqué el ordenador del cajón y me senté en la cama, al lado de Emma.

―Hey, ¿por qué no quisiste que les pregunte a tus padres si conocían al chico que hoy viste?—Preguntó y apoyó el mentón en su barbilla.

Hice una mueca.

―Porque si no lo conocen no quiero contarles de mi encuentro con él. Empezaran a hacer preguntas para las que no tengo respuesta.

Frunció el ceño.

―Bueno. Me parece que estás exagerando las cosas...

Dejé de teclear y la miré.

― En nuestra amistad, solo hay una exagerada...y no soy yo—sonreí inocentemente.

Puso los ojos en blanco.

―En serio te lo digo. Es solo un chico. Da igual qué te pregunten, si no sabes, no sabes.

―No, Ems...solo...solo no se lo digas.

Me miró de forma acusatoria y murmuró un:

―De acuerdo.

Ni yo sabía muy bien por qué no quería que se lo contara. Mi instinto simplemente decía que no lo hiciera.

Terminé de teclear «Horus» en el ordenador, abrí un enlace y me quedé sin aliento. El texto decía:

"El hijo de e es Horus, uno los más antiguos y a su vez el poderoso Dios celeste de Egipto. Este dios crece con la intención de vengar la muerte de su padre, el cual muere en manos de su tío , por lo que, determinado a tomar el trono, Horus reta a su tío y en la terrible batalla pierde el ojo izquierdo. Sin embargo, el combate no se detiene y continúa hasta que la asamblea de los dioses interviene y declara a Horus como el legítimo y único dios de Egipto. decide sustituir el ojo de Horus por un ojo mágico, el cual potencia la vista, cura las enfermedades y protege a los muertos".

Mi boca estaba abierta de par en par. Emma seguía con el ceño fruncido y me miraba atenta.

― ¿Por qué tienes esa cara? Es solo una historia egipcia.

Negué con la cabeza frenéticamente, pero luego pensé bien en lo que estaba haciendo, y comencé a asentir.

―Lo sé... Pero es mucha casualidad que Horus, el chico con el que me crucé hoy, tuviera el ojo derecho color celeste súper vívido y el izquierdo gris, apagado.

Frunció más el ceño.

―Chica, me parece que estas media loca. ¿Acaso te hizo mal la tintura?

Reí y negué con la cabeza. Ella siguió hablando:

―Yo pienso que los padres le pusieron así justamente por esta historia. Al ver que su hijo tenía heterocromía, probablemente dijeron: "Vamos a darle más importancia a nuestro hombrecito―imitó Emma con voz gruesa―llamémoslo...mmm... ¡Ah! ¡Horus!".

―Tu sí que estás loca―.Solté una carcajada―.Pero hablando en serio, ¿no te parece extraño?

Movió la cabeza de lado a lado.

―Más o menos. Pero no por lo que tú piensas—se apresuró a decir—. Me parece extraño el hecho de que nunca lo hayamos visto. A ver, me lo describiste como si fuera una pinturita: muy alto, musculoso, morocho de pelo largo y con los ojos de distinto color. Es decir, si te cruzas con un súper mega bombón de chocolate, que te dan ganas de metértelo, y no por la boca, te acordarías, ¿cierto?

Abrí los ojos como platos y solté una carcajada.

― ¡Emma Larsh!

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora