Capítulo 54: charlas reveladoras

330 32 14
                                    


Al día siguiente, me desperté muy temprano en la mañana para poder practicar un par de cosas que me había dicho Horus en la nave cuando me trajo a mi casa ayer por la noche.

Me había recomendado que lo primero que hiciera a la mañana en vez de agarrar el celular o incluso desayunar, fuera meditar un rato. Ya sea una meditación guiada por video o sentarme con los ojos cerrados en silencio, escuchando mi respiración. Me dijo que eso ayudaría a tranquilizar mi mente y a conectarme un poco más con mi corazón e intuición, y tenía razón.

No tenía práctica en esto, así que primero me costó bastante concentrarme y vaciar mi mente. En serio. Pensamientos de todo tipo la inundaron durante los primeros minutos, al igual que me había pasado con Jodeth. Pero luego, cuando ya no quedaba más nada por pensar, mi mente se puso...en otra sintonía. Se puso en blanco, pero un blanco lindo, no uno vacío. Allí, me dijo Horus, que podía probar con sentir emociones lindas y respirarlas. Eso me ayudaría a elevar mis emociones y a darme la paz que necesitaba. Así que eso hice. Pensé en cosas lindas y me quedé con el sentimiento de amor profundo, de gratitud, y mi corazón...bueno, mi corazón pareció flotar, y sentí una paz muy parecida a la que sentía cada vez que iba a Khracira.

Me encontraba sonriendo inconscientemente debido a que había entrado en un estado medianamente profundo de meditación. Hasta que por alguna razón escuché un claxon y mi mente se nubló un poco. Cielos, no quería aterrizar ahora. No cuando me sentía tan bien. Inhalé y exhalé despacio, pero... ¿mis padres ya se habrían ido? Y, ¿ya me había bañado?...

Sacudí mi cabeza.

Realmente costaba mantener la mente en blanco. Necesitaba mucha más práctica.

Rendida, pero contenta con lo que había conseguido, abrí los ojos.

—¡Oh, por Dios!—pegué un grito como una loca y me llevé una mano al corazón, porque un extraterrestre de pelo blanco se encontraba sentado en frente mío, mirándome fijamente.—¿Quieres que muera ahora mismo?—dije, agitada.

Dhimot me suplicó disculpas con la mirada y sonrió inocentemente.

—¡Lo siento! Es que estabas tan elevada que no quería bajarte de repente, pero luego ese auto...—negó con la cabeza—. Lo lamento, no quería asustarte.

Asentí, pero apoyé mi cabeza contra la pared. Mi corazón latía a mil por hora, y no era algo bueno después de haber estado tan en paz.

—Esta bien, pero creo que necesito conseguirte un celular o algo para que me avises cuando vendrás, ya que no conoces las puertas—murmuré.

Dhimot rio y se sentó arriba de mi cama.

—Eso es verdad. No me gustan las puertas.

Reí entre dientes y fui a sentarme al lado de él.

—¿Qué haces aquí? Pensé que no volvería a ver a ninguno hasta dentro de unos días.

Después del intenso día de ayer, sinceramente creía eso. Todavía estaba tratando de asimilar todo y no era fácil, pero gracias a Horus y sus palabras era un poco más llevadero.

Dhimot movió la cabeza de un lado al otro. Tenía puesto su traje espacial plateado, que le resaltaba aún más el pelo y los ojos amarillos. Me hizo sentir un poco fuera de lugar ya que yo llevaba puesto un pijama de ositos.

Mis mejillas se pusieron coloradas, pero Dhimot no se dio cuenta.

—Vine porque uno de mis cuadros se cumplió, y fue gracias a ti. ¿Cómo te sientes?—me miró, expectante, con una gran sonrisa.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora