Capítulo 17: el famoso número

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—Sí, lo harás.

Mordí mi labio.

—Pero...No tengo ganas de...

—¡En menos de seis meses no los verás más! Anda. Va a ser de noche, nadie los notará—dijo Emma a través del celular, con voz cansada.

Suspiré y me senté en el piso, con la espalda contra la pared.

Esta noche unos compañeros de instituto harán una barbacoa para todos los de último año. ¿La razón? Aburrimiento. ¿Por qué no quería ir? No tenía ganas de quedarme apartada. Ellos ya me conocían, así que el asunto no era tan grave, y no es como si me hubiesen hecho bullying o algo parecido (esos eran generalmente los de los años más chicos), aunque sí habían largado algún comentario por aquí y por allá, o alguna mirada, pero igualmente, no me apetecía en absoluto.

Emma, por otro lado, estaba a punto de romperme el tímpano con sus gritos acerca de que debería ir. Me había llamado hacía cinco minutos, solo para decirme que me pasaría a buscar a las siete de la tarde en punto, y no aceptaba un «no» como respuesta. Y encima, me había despertado. Por alguna razón, ella ya estaba levantada la mañana del sábado, y yo estaba en mis dulces sueños.

Hasta que los interrumpió.

—Ems...gracias por intentarlo...yo solo...

No me dejó terminar de hablar.

—¡Tengo una idea! Oh, dios mío, ¡cómo no se me ocurrió antes! Vaya, soy la mejor amiga de todo el universo. Dame las gracias.

Fruncí el ceño, aunque no me pudiese ver.

—¿Gracias por qué?

Resopló.

—Porque invitaré a Ian y a sus amigos. ¡Apuesto a que la pasaremos genial! En serio, si a las siete no estas lista, llamaré a los bomberos para sacarte a rastras. Te quiero, no lo olvides.—Y con eso, cortó.

Yo había quedado inmóvil. Emma en ocasiones era una avalancha. No te dejaba pensar ni un segundo acerca de lo que decía, que ya estaba con otro tema.

Bien. Intenté procesar lo que había dicho.

Iba a invitar a Ian, Alex y Max. Su brillante idea era esa.

Lo medité un poco, y podía ser...podía ser que tuviese razón. Ian me caía muy bien y los otros chicos, aunque no los conocía tanto, eran muy amables y divertidos.

Suspiré y apoyé la cabeza contra la pared. Maldita Emma y sus formas de convencer a las personas.

Me dirigí al baño para lavarme la cara, y mi reflejo en el espejo me detuvo. Toqué mi pelo, largo hasta el pecho, y vi que las raíces ya comenzaban a asomarse.

Hora de usar gorro.

Era increíble lo rápido que me crecía. Parecía imposible. Hacía tan solo tres semanas que me lo había teñido, pero ahí estaban: mechones más blancos que el alma de los santos. Me preguntaba qué pensaría Horus de mi pelo. No había dicho nada de mis ojos, pero sin dudas mi pelo le llamaría demasiado la atención.

Desearía poder hablarle y decirle que lo vi en la audición, pero claro, probablemente me encerraría en un loquero. Suspiré. Quería volverlo a ver. Nunca pasábamos suficiente tiempo juntos. La vez que me lo crucé en la heladería había sido un sábado, así que suponía que estaba allí ahora mismo. Mordí mi labio. ¿Y si...lo iba a visitar? No sería nada extraño. Ya habíamos pasado mucho tiempo juntos, y si iba sin avisarle, tampoco sería la primera vez.

Dudé. Quizás le parecería demasiado. Quizás quedaría como una loca perseguidora. Pero... lo estaba viendo muchas veces a la semana, así que...una más no cambiaría nada. ¿Verdad? Para él, quizás no. ¿Pero para mi mente? Necesitaba reunir todas las fuerzas necesarias.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora