Capítulo 36: Hator

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Observé a través del cristal que el mar era color violeta mientras que la arena se encontraba de un color plateado brillante. Había numerosos árboles en la parte de atrás de la arena, que formaban como una especie de bosque espeso, lleno de vegetación, y se podían observar algunas personas a lo lejos, caminando por la costa. A excepción de ellos, la playa se encontraba casi desierta. Se lo comenté a Horus, porque en general, no había muchas personas en el planeta y eso me llamó la atención. Él me contó que no había sobrepoblación allí, por eso el planeta se mantenía equilibrado y no con masas de personas deambulando por allí.

Cuando descendí de la nave, temí resbalarme por lo suave que parecía aquella arena. No me equivocaba, era como pisar algodón, aunque todavía tenía mis zapatillas puestas.

― ¡Zhelig! ―Me llamó Hathor desde unos metros adelante mío, mientras que hacía señales con la mano para que me acercara a ella.

Troté un poco y la alcancé. Estábamos a escasos centímetros del agua y por primera vez, me di cuenta de que hacía calor; quería refrescarme.

―Buena idea―dijo leyendo mis pensamientos y se quedó mirando a un punto fijo. Miré y no había nada. Luego de unos segundos, miró en mi dirección y sonrió. ―Listo, le acabo de pedir a Horus que nos ponga un traje de baño.

La miré con los ojos como platos, a punto de soltar un grito del horror, pero soltó una carcajada.

―Oh, no, no es como te imaginas. Él todavía está en la nave y hay un programa en donde nos podemos cambiar de ropa sin necesidad de sacarnos esta. Es con lo mismo que nos cambiamos el aspecto físico.

Levanté una ceja. Me sentía en esos juegos de internet en donde podes vestir a una Barbie. También la Cenicienta se cruzó por mi cabeza.

― ¿Y cómo es que...?―Lancé un grito ahogado al sentir que algo cambiaba en mí. Mirando para abajo, pude ver cómo un traje de baño aparecía sobre mi cuerpo. Comencé a respirar aceleradamente. ―Eso...eso... Oh, Dios mío ¡eso fue genial!

El traje parecía ser de neopreno, y me llegaba por arriba de las rodillas, cubriendo toda mi parte de arriba hasta la mitad de los brazos. Era súper cómodo.

Hathor se encontraba maravillada ante mi reacción.

― ¿Verdad que sí?

Comenzó a entrar en el agua y la seguí. Hator se movía como si flotara, y cuando recogió su largo pelo azul en una coleta alta pude observar que tenía las orejas igual que Horus y todo el resto de la población de Khracira.

Me acerqué lentamente a la orilla, y apenas mi pie sintió el contacto con el agua color violeta, pero que desde adentro se veía de un lila transparente, pude sentir cómo esta me llenaba de calor. Era...hermosa. A medida que avanzaba más y más adentro, la idea de salir de allí me parecía ridícula, no quería irme.

Una sensación de paz subió a través de mi columna y respiré hondo, sintiendo todo.

―Esta es una de las playas más bonitas de Khracira. La sensación que estás experimentando es debido al agua, es tan pura que cuando entra en contacto con tu cuerpo, produce sensaciones de paz―dijo Hathor mientras que hacía la plancha―. De hecho, todas las playas de este planeta te producirán la misma sensación, pero hay veces que varían un poco—. Se enderezó y miró detrás mío—. Mira, eso es un freial.

Seguí su mirada y allí, a unos metros, se encontraba una especie de delfín. Tenía la misma forma, pero este era de color celeste con una franja blanca que iba desde su frente hasta su cola.

―Es hermoso―dije y me quedé quieta.

El freial, como si nos hubiese escuchado, comenzó a nadar en nuestra dirección, y me asusté.

—Tranquila—dijo Hator y se acercó al animal, que había frenado en frente de ella.

El freial se acercó a Hator lentamente y apoyó su cabeza en la palma de su mano, como dándole permiso para que lo acariciara. Hator sonrió y acaricio al animal, que se movió contento.

—Ningún animal de aquí es agresivo, así que no te harán daño—me aclaró mientras lo acariciaba, sonriendo—. Los animales también evolucionan, como las personas, y viven y se crean dependiendo la evolución del planeta en donde están. Y aparte, los animales de aquí no son amenazados por nada ni nadie, así que tampoco tienen la necesidad de defenderse, como en tu planeta.

Cielo santo, eso tenía mucho sentido. El planeta Tierra al poseer gente agresiva y no ser evolucionado, tenía animales que lo sentían y por eso estaban en modo defensivo.

Lentamente, me acerqué al animal, aunque un poco dudosa. Creía en las palabras de Hator, pero un poco de miedo había en mi interior.

Estiré mi mano y con un rápido movimiento del cual me asusté, el freial se acercó a mí y empezó a refregarse en mi palma. Comencé a reír a carcajadas, sin saber por qué. Me sentí feliz, viva, como hacía mucho tiempo que no me sentía.

Hator me miraba sonriente, con una mirada de paz que pensaba que también estaba reflejada en mis ojos en este momento.

Nos quedamos en un cómodo silencio y me puse a hacer la plancha yo también cuando el freial decidió seguir su camino. Estaba muy relajada, mirando al fantástico cielo color violeta, cuando Hathor volvió a hablar:

―Me causas mucha intriga, Zhelig. Eres la primer terrícola con la que hablo en persona....y la primera que veo aquí en Khracira. Aunque bueno, no eres terrícola exactamente, pero sabes de lo que hablo—rio—. Me parece increíble que estes aquí.

Sonreí.

―Imagínate cómo estaba yo cuando Horus me contó todo. Fue tan raro y ahora todo me parece tan normal...

Ella asintió.

―Debió ser muy fuerte. Es más, según lo que me contó Horus, te lo tomaste bastante bien y eso también me pareció increíble.

Hice una mueca.

― Yo no diría que me lo tomé tan bien, pero sí. Lo acepté bastante rápido una vez que vi que...Bueno, que lo que me decía era real.

No sabía si Horus le había contado que casi había tenido un colapso mental, pero no quería decirlo.

Estaba profundamente avergonzada de ello.

Hator sonrió.

― ¿Te llevaste bien con Horus?

Me sonrojé.

―Sí. Es un poco impredecible pero me acostumbré.

Soltó una risita.

―Sí...así es Horus. Aparte de eso, es muy leal y cuando se compromete con algo lo cumple, sin importar las circunstancias. Creo que eso es una de las cosas que más valoro de él.

Lo decía con tanto amor que parecía irreal. Se notaba que lo adoraba, por sus ojos y por sus palabras.

―Cuéntame cómo es la Tierra, siempre me intrigó mucho. Solo bajé una vez, cuando me viste en la heladería, pero estuve algo así como cinco minutos.

Y así, nos quedamos lo que se sintió una eternidad hablando. Le conté de los animales que había, de nuestras playas, de los bosques y del instituto. Le hablé de mi pequeño pueblo y le hablé de China. Le conté mis costumbres y todas las cosas que me gustaban de allí. También, le conté de Trevor y de Emma.

―Y Trevor...―suspiré―de seguro si te conoce te invita a salir.

Soltó una carcajada.

―Que tierna, pero si llega a pasar eso tendría que declinar su oferta.

Levanté una ceja.

― ¿Tienes novio?

Negó con la cabeza.

―Todavía no he encontrado a mi alma gemela, pero estoy segura de que no es un terrícola.

La miré, extrañada, pero la voz de Dhimot interrumpió mis pensamientos:

― ¡Chicas! ¡Nos tenemos que ir! ―nos gritó Dhimot desde la orilla.

Le hice una seña con la mano y salimos del agua.

Una vez en la nave, me di cuenta de que había pasado uno de los mejores días de mi vida.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora