Capítulo 42: información valiosa

556 63 9
                                    

Cuando la noche cayó, con el cielo todavía de color violeta oscuro aparecieron las estrellas, de color azul, rojas y blancas, brillantes como ninguna otra cosa. El planeta que había visto flotando a través del cristal del Centro de Conexión seguía allí, solo que ahora su color era anaranjado. Le había preguntado por él a Salix y me confirmó que, efectivamente, era un planeta vecino, pero que no había ningún peligro de choque. Lo cual me había tranquilizado...pero no del todo.

Me encontraba en la entrada del Centro de Conexión y estaba esperando para poder subirme a la nave de Dhimot para irme a mi casa, cuando otra nave apareció al lado de esta, que estaba aparcada en el medio del cielo. De ella bajó una joven flotando de pelo azul que enseguida reconocí.

― ¡Hathor! ―exclamé con alegría, mientras que venía flotando en mi dirección.

― ¡Hola, Zhelig!—exclamó, con su usual alegría.

Esa chica podía fácilmente ir repartiendo pétalos de rosas a medida que caminaba. Era como un hada con exceso de polen.

Apoyó sus pies en la plataforma y caminó hacia mí. Nos saludamos con un gran abrazo, como si nos conociéramos de toda la vida, lo cual era raro porque solo la había visto una vez.

Khraciarianos, pensé.

― ¿Qué haces aquí?—pregunté, curiosa.

Miró detrás de mí buscando señales de alguna otra presencia, pero la realidad es que estaba sola ahí afuera.

―No hay nadie más afuera. Estoy esperando a Dhimot―seguí diciendo al ver su cara de preocupación.

―Horus...―Dijo su nombre con gran preocupación. Se me paró el corazón. El estómago me dio un vuelco y las manos me empezaron a sudar. Si algo le había pasado...―Está raro. Muy raro. Créeme que lo conozco muy bien para saber que algo le pasa, pero no sé qué es―dijo en voz baja y mi mirada se posó en un tronco de un árbol lejano.― Últimamente se pasa todo el tiempo en la playa y eso solo lo hace cuando está preocupado con algo, lo cual es todavía más extraño, porque no es un sentimiento al que estemos acostumbrados. Tú... ¿sabes qué le puede llegar a pasar?

Levanté la cabeza bruscamente y la miré.

― ¿Y-yo? Es decir, bueno, no sé qué le puede llegar a pasar. Horus es...es... ¿raro? ―respondí tartamudeando.

―Zhelig―dijo con tono de advertencia―hay algo que no me estás diciendo y por algún motivo, no me puedo meter en tu mente para averiguarlo. No aparece nada—dijo y frunció el ceño, mientras me miraba fijamente.

Si tuviera la personalidad de Emma, le hubiese dicho que eso era un poco irrespetuoso. Pero como la tenía, simplemente respondí:

―Es porque no hay nada.

Suspiró y se llevó una mano a la cadera, resignada. La miré fijamente a los ojos y pude ver que estaba realmente preocupada.

―Nos besamos.

Automáticamente me cubrí la boca con las manos y mis ojos se abrieron de par en par. Eso salió disparado de mi boca y no tenía la intención de decirlo.

Hathor levantó las cejas, incrédula.

― ¿En serio? ―frunció el ceño.

Me sentí mal ante su reacción. ¿Acaso tenía algo de malo besarse conmigo?

―No lo dije mal―se apresuró a decir, con los ojos muy abiertos―. Es que...Es raro que aquí besemos a alguien que no es nuestra pareja.

Tragué saliva y la miré muy, pero muy atenta.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora