Capítulo 28: orejas

1.8K 192 64
                                    

—...pero si frunzo demasiado el entrecejo se dará cuenta de que realmente estoy preocupada; aunque si no lo hago, creo que es peor, porque va a pensar que no me importa. Cielos, quién hubiera dicho que pedir una maldita disculpa iba a ser tan tortuoso—. Emma se tapó la cara con las manos y se tiró de espaldas al césped.

Le di golpecitos en el hombro para intentar calmarla.

—Emma, debes calmarte. Te quedarás sin neuronas si sigues pensando tanto. Solo actúa, no planees cada detalle.

Soltó un quejido.

—Es que es taaan difícil. Creo que nunca me he disculpado con nadie—se destapó la cara y apoyó la cabeza en una de sus manos—. Así de perfecta soy.

Reí y negué con la cabeza.

—Recién es lunes, creo que va a estar bastante dormido como para entender siquiera lo que le trates de decir. Tu solo dile que lo sientes y...—Un movimiento detrás de Emma llamó mi atención. Se trataba de Trevor, casualmente de quien estábamos hablando. Se encontraba caminando por Venus, el parque de nuestro Instituto.

Justo en ese momento, Trevor levantó la cabeza. Hicimos contacto visual, y cuando estaba subiendo la mano para saludarlo, simplemente me ignoró y siguió caminando.

¿Qué...?

—¿Nos acaba de ignorar?—Emma se puso histérica, y se sentó de repente.

Yo estaba igual de perpleja que ella.

—Realmente no entiendo qué le está pasando—dije y suspiré.

Ella seguía hecha una furia, por lo que le cambié de tema:

—Oye, no me contaste cómo salió tu cita con Alex.

Me miró enarcando una ceja. Luego levantó un dedo y me señaló.

—Sé lo que intentas. Y va a funcionar solo por hoy, porque estoy realmente cansada de Trevor y sus revoluciones hormonales. El chico volvió a tener catorce años de nuevo—se mordió el labio y se encogió de hombros.—Con Alex todo salió genial. Me llevó a almorzar a un sitio realmente lindo, con vista directamente al mar. Y después fuimos a caminar por la playa...

—¡Aw! Eso es muy tierno, Ems. Me alegro que todo haya salido bien.

Asintió con la cabeza y se quedó mirando un punto fijo detrás de mí, con la mirada un poco perdida.

Aquí pasaba algo.

—Pero...—agregué.

Sonrió débilmente.

—Pero... No lo sé. No noté una gran conexión...—admitió cuando vio mi cara—. Es que es la verdad. Es decir, podemos hablar durante horas y reírnos, pasarla bien, pero hay algo...hay algo que me falta.

—¿La chispa?

Abrió los ojos.

—La chispa—repitió asintiendo con la cabeza, como si se tratase de un secreto de Estado.

—Bueno, creo que eso es normal. O sea, tienes diecisiete años, no quiere decir que te tengas que casar con él. Si te hace bien, pasa el rato y listo.

Levantó una ceja y me miró con curiosidad.

—¿Así que ahora eres una vudú del amor?

Puse los ojos en blanco y reí.

—Cállate.

Rio.

—No, no, me gusta. Solo me intriga saber de dónde sacas la información.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora