Capitulo 33: Daemon

1.5K 170 63
                                    

Horus se encontraba en mi habitación, pero esta vez era diferente. No sabía por qué. Quizás, influía el hecho de que hacía un par de horas me había presentado a mi hermano. O el hecho de que mañana iba a conocer otro planeta.

Otro planeta.

Mis nervios aumentaron.

Se acercó más a mis amados libros, los cuales estaban colocados ordenadamente en una biblioteca de madera que ocupaba toda una pared de mi habitación, y por primera vez en mi vida, sentí un poco de vergüenza de ellos. O más específicamente, de una historia en particular que trataba sobre extraterrestres.

Si solo supiera que Daemon era mi crush literario...

—¿Qué son Obsidian, Opal, Onix...?—preguntó y agarró uno.

Miré al techo. ¿En serio, Universo? De todos los que había, ¿justo esos?

—Es una saga de fantasía—respondí, sin mucha fuerza.

Lo que no sabía es que Saga Lux era mi saga favorita de todos los tiempos, y que casualmente trataba de extraterrestres bien bonitos.

Parecía una broma del destino.

—Gracias por la información—respondió, sonriente, y se dirigió al baño.

Yo me tiré boca abajo sobre mi cama, rendida, y empecé a pensar en el piyama que usaría, y si los extraterrestres usaban siquiera pijama.

Sin dudas, Daemon no lo hacía.

Giré sobre mi espalada y me puse a mirar el techo. Las pegatinas de estrellas aparecieron en mi campo de visión y me sacaron una sonrisa. Volví a girar la cabeza, dirigiéndola para el baño, y como por arte de magia, Horus salió de allí.

Sin dudas, la autora se había basado en hechos reales.

Horus me devolvió la mirada con una sonrisa pícara. Estaba sin remera y en la parte de abajo solo llevaba unos pantalones chándal. Sus músculos trabajados aparecieron en mi campo de visión, dejándome sin aliento. Su torso era amplio y revelaba también unos pectorales definidos.

Me quedé de piedra, admirando semejante adonis en frente mío, y él pareció no darse cuenta o simplemente ignorarlo, porque caminó directo hacia mí, y se sentó en el borde de mi cama.

Lo miré fijamente, haciendo fuerza para que mis ojos no bajaran de los suyos, y no dije ni una palabra, pero mis mejillas comenzaron a sonrojarse.

Qué vergüenza.

—Oye.

Su voz hizo que me tensara.

—¿Si?

Sonrió.

—Tengo una pregunta para hacerte.

Oh, Dios mío. Mi estómago revoloteó. Mariposas transformadas en cocodrilos pasaron por allí.

—¿Que?—respondí, casi en un susurro.

Sonrió aún más.

—¿Dónde voy a dormir?

Me sentí una idiota.

—Veo que esta es tu cama—siguió diciendo, como si no notara que yo estaba hecha un tomate y a punto de largarme a llorar.—Y no veo un sofá, pero no quiero dormir abajo, solo. A menos que tus padres estén de acuerdo.

Mi corazón se volvió a acelerar. Esto parecía una carrera con demasiados obstáculos.

Horus se iba a quedar a dormir de nuevo en mi casa. ¿Por qué? No lo sabía. Para mi suerte, mis padres no nos vieron llegar ya que se fueron a dormir temprano, y bueno, influyó el hecho de que nos teletransportamos directo a mi habitación.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora