Capítulo 27: galaxia

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Estar de nuevo en mi casa fue como si me echaran un balde de agua fría. En solo dos días habían pasado tantas cosas... Parecía que había vivido otra vida en ese corto período de tiempo. Me sentía otra persona y que todo era distinto.

En especial, porque Horus tenía razón: nada de lo que pasó había sido un sueño. Recordaba nuestras conversaciones a la perfección, todo lo que sentí, las cosas...que él hizo, las cosas que yo hice...Por Dios, iba a morir de la vergüenza algún día de estos.

Apenas llegué a mi casa mis padres me saludaron como si no nos hubiésemos visto en milenios, y así era como se sentía. Cenamos juntos, porque al final habíamos vuelto de noche, y les conté cómo había sido todo, desde la casa de Trevor hasta la playa. Claro que me salteé las partes que no podía contar, como que un chico me leyó la mente y luego me teletransportó a su hogar para decirme que era un extraterrestre, y luego dos amigos huyeron de mi como si tuviese una enfermedad monumental, o que había creído que estaba en un sueño.

Lo normal.

Cuando me fui a dormir, estaba devastada. El viaje me había dejado completamente agotada, más todos los sucesos de ayer. Necesitaba una buena dosis de sueño.

—Me temo que eso no ocurrirá hoy.

Mi boca se abrió para lanzar un grito ante la repentina voz, pero una mano me la tapó.

Mi corazón estaba acelerado. Temí tener un paro cardíaco. Cuando la mano me liberó la boca, pude hablar en susurros.

—Dios, Horus, no puedes aparecer así como así. ¡Mis padres te podrían escuchar! Y ni hablar de que casi muero de un susto. Literalmente.

Él tenía una sonrisa de costado, pero me miraba con precaución.

Yo no podía creerlo. Horus me estaba transformando en otra persona. Antes, era una persona muy calmada; en cambio ahora, parecía que vivía hecha un manojo de nervios.

—Lo siento, pensé que me habías visto. Estaba sentado en tu silla desde hacía unos minutos.

Parpadeé.

—¿En serio?

Asintió.

—Parece que estabas perdida en tus pensamientos, eh.

Iba a sonreír, pero luego recordé que él podía leer esos pensamientos de los que hablaba. Bien. Esto era real. Pero necesitaba confirmarlo...de nuevo.

—Hazlo—dije y me senté en mi cama, sin quitarle la vista de encima.

Frunció el ceño.

—¿Qué quieres que haga exactamente?—comenzó a acercarse a mí, y su mirada se tornó como la de un depredador.

Mis mejillas se sonrojaron.

Ay, no. Ay, no, no, no, no. Todo este tiempo él estuvo leyendo mi mente... Sabiendo cuándo pensé que era hermoso, o sexy, o... ¡Cuando casi lo beso! ¡O sus músculos!

Rayos, debía dejar de pensar en eso de nuevo. Pero no podía. De repente, todos los escenarios en los que nos imaginé juntos vinieron a mí, como en una avalancha, y casi me dejan sin aire. Dios, el día que me preparó el helado...

Me tapé la cara con las manos, quería que la tierra me tragara.

Horus se rio.

—Debo confesar...—sentí que se sentó al lado mío, y apreté más mis manos—que estuve presente en todos esos momentos.

Mi cara ardía de la vergüenza.

—No me haces sentir mejor—mi voz salió amortiguada debido a mis manos.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora