Capitulo 40: Salix y Thorm

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―No puedo creer que esté flotando―dije mirando hacia el césped que se extendía a varios metros por debajo mío.

Era la sensación más extraña el mundo. Se parecía mucho a cuando nadaba, pero acá no había nada que te amortigüe o que te de esa sensación de estar sostenido con algo, que en el caso de nadar es el agua.

Flotamos unos minutos hasta la entrada del castillo. Cuando aterrizamos, me solté de Gusk y mi mirada se fue para arriba, a observar la inmensidad de ese castillo tan raro. Me sentía diminuta, como un duende, al lado de esa gran construcción. La gran puerta dorada se alzaba adelante mío. Empecé a darme la vuelta para caminar por el césped, pero cuando mi pie se asomó por fuera de la plataforma del castillo, un brazo me detuvo.

―Cuidado, Zhelig, acabas de llegar, no queremos que te lastimes ―dijo Zoth mientras que me agarraba fuerte del brazo.

No entendía lo que me decía, yo solo quería pisar el césped.

Al captar mis pensamientos, me señaló con la barbilla el lugar al que quería ir. Me acerqué más y al asomar la cabeza, casi se me quedo sin respiración.

No me había dado cuenta de que el castillo estaba flotando, a unos cuantos metros del piso.

Abrí los ojos, impresionada, y enseguida me alejé del precipicio. Menos mal que Zoth me frenó...

―Gracias, Zoth, no tenía idea de que estaba flotando, de lejos no lo parece.

Él sonrió de costado.

―De nada, Zhelig―respondió―. Sí, eso es una ilusión óptica. En realidad, como puedes ver, el castillo se encuentra a unos veinte metros de distancia del piso.

Sonreí nerviosa a modo de respuesta y después de que Zoth enganchara su brazo con el mío (no sabía qué era lo que tenían esas personas con enganchar brazos) avanzamos a través de las enormes puertas, de forma circular y de color dorado, hacia dentro del castillo.

A los pocos segundos que mi pie entró en contacto con el Tibat del lugar, Dhimot apareció atrás mío.

― ¿Estás lista?

Mis labios dibujaron una fina línea.

―Sinceramente, no lo sé.

Sonrió y luego de que Zoth desenganchara su brazo del mío, Dhimot pasó el suyo por mis hombros. La verdad es que era relajante tener contacto físico con esta gente. Transmitían una energía tan... linda.

Caminamos por un largo pasillo que estaba rodeado de ventanales por los que entraba la luz de afuera, el cual nos llevó hacia un salón inmenso. En este había unas escaleras gigantes en el fondo a la izquierda, de color dorado. Todo parecía estar hecho de Tibat.

Aparte de eso, había ventanales enormes que daban hacia el exterior, así que el castillo estaba naturalmente iluminado. El piso tenía suaves dibujos de formas que no reconocía, en color dorado, y cuando la luz del sol los tocaba, se iluminaban y todo el castillo parecía iluminarse en color dorado. En las esquinas de los ventanales y las paredes había estructuras pequeñas, color plateado, que sostenían piedras blancas con una pequeña luz en su interior. La piedra era larga y rocosa, de un tamaño mediano que ocupaba casi toda la estructura, que la sostenía por debajo y por los costados, como si fuera una cajita con agujeros.

El techo tenía forma de cúspide, y era también transparente, por lo que se podía ver el cielo a través de él. Miré con atención y pude visualizar a un planeta más allá de la claridad del cielo. O bueno, no sabía si era un planeta u otra cosa, ya que no conocía todo. Pero se veía una bola flotante del tamaño de un planeta, de color azul verdoso, a través del cristal, y estaba muy cerca. Demasiado cerca. Pensaba que en cualquier momento nos iba a chocar.

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