Capítulo 18: nuevos cabellos

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Horus tardó tres horas en escribirme.

Tres interminables horas desde que le había pasado mi número de celular...aunque no las había estado contando. Bueno, quizás a cada rato miraba de reojo la hora, pero lo que importa aquí es que apenas me envió el mensaje, casi me caigo de la cama de la emoción.

Era la primera vez que me hablaba con un chico. ¡Agh! No tenía que pensar así. Lo siento. Aquí voy de nuevo: era la primera que me hablaba con un chico más allá de Trevor, porque con Horus somos amigos. Solo amigos.

Para mi mala suerte.

El texto que envió Horus era simple, decía:

Hey, aquí, tu heladero favorito.

Bueno, no era tan simple, pero si me hubiese mandado un puntito, hubiese reaccionado igual: con una emoción tremenda que casi hace que me parta el cuello.

Era tan irreal tener su número. Por un momento pensé que no tenía celular. Es decir, el chico era raro. Quizás la tecnología tampoco la consideraba necesaria, como hacía con el helado.

Y las películas.

Sí, la palabra raro se le quedaba corta.

El punto es que tenía su número. Ahora podía escribirle cuando quisiera. Dios, estábamos realmente conectados.

Cielos, eso sonó extremadamente cursi.

De repente, una idea se me vino a la cabeza. Era descabellada, pero... ¿y si lo invitaba a la barbacoa de esta noche? Me estiré sobre el colchón y miré el techo, lleno de pegatinas de estrellas. ¿Era raro? No, no lo era. O quizás, sí. O quizás...no le importaría. Pero a mi sí.

Gruñí.

En muchas ocasiones, mi mente no me ayudaba en nada. Desearía ser más impulsiva y extrovertida, como Emma.

Pero claro, la vida me había dado unos ojos violetas que la gente no iba a ignorar. Hablando de cosas raras, recordé que Emma debería venir antes a mi casa para poder teñirme el pelo. Ir con gorra a una juntada quedaría un tanto raro.

Luego de enviarle un mensaje, pasaron diez minutos, en los que me quedé mirando la pantalla del celular con una sonrisa tonta, mientras averiguaba que responderle a Horus, cuando sonó el timbre. Bajé las escaleras y abrí la puerta.

Emma estaba del otro lado, con una gran bolsa en una mano y una sonrisa enorme en el rostro.

—Hoy tenemos ayudante especial.

Dicho eso, Trevor apareció en mi campo visual, con otra bolsa en su mano.

—¡Esto va a ser divertido!

Salí de mi quietud y reí.

—¿Qué hacen aquí los dos?—les pregunté mientras entraban a mi casa.

Emma hizo un gesto con la mano que tenía vacía, restándole importancia.

—Hubo cambio de planes. Esta noche serás como el Nemo que vive en las estrellas: inimaginable.

Alcé las cejas y reí.

—Vaya. Ya veo por qué haces poesía—masculló Trevor mientras negaba con la cabeza.

Emma puso los ojos en blanco. Luego de que saludaran a mis padres, subimos a mi habitación y cerramos la puerta.

—En realidad, estamos aquí porque Emma quería asegurarse de que no cancelaras a último momento.—Trevor hizo una mueca.

Yo miré a Emma, que se había quedado congelada en el lugar, y miraba a Trevor con una expresión asesina.

—¿Para qué quiero enemigos si te tengo a ti, verdad? Vaya. Tu sentido de lealtad es asombroso, Trev. Tan asombroso como el puñetazo que te voy a dar...

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora