Capítulo 56: un mundo ideal

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La pradera estaba tan tranquila que podía escuchar el sonido del viento, de los pájaros, de los demás animales...del agua correr, de mis pasos en la tierra... La paz era lo primero que sentías cuando ponías un pie en Khracira. Eso, y los aromas florales intensos y riquísimos que el aire traía consigo.

Caminé a la par de Hator por el sendero que había medianamente marcado. Estábamos en un lugar que no había visitado antes. Era como un valle entre medio de dos enormes montañas. Solo había naturaleza, animales y un lago muy grande, con el agua más azul que jamás hubiese visto, ubicado a unos metros míos. Había más gente, también, que caminaba tranquila por allí. Algunos estaban tomados de la mano, otros hablaban calmadamente entre medio de sonrisas, otros se encontraban flotando en el lago, otros alimentaban a los animales. Pero los que más llamaron mi atención, eran los niños que estaban sentados en un círculo, a unos metros del lago, encima del césped.

Una mujer de pelo violeta, largo hasta la cintura, estaba en un extremo, pero luego todos eran niños. Estaban en la posición de indio y con los ojos cerrados, así que suponía que estaban meditando. Sin embargo, la mujer también estaba en ese estado, no la había visto abrir la boca en ningún momento.

Los niños aparentaban unos ocho o diez años, aunque aquí nunca sabía en realidad cuántos años tenían. Pero todos poseían esa sonrisa en la cara que indicaba que estaban sintiendo solo cosas lindas. Ninguno estaba distraído o haciendo berrinches, sino que parecían ir a la par.

Suspiré y enganché mi brazo al de Hator, que me miró con una sonrisa. Llegamos a un banco de color blanco que miraba de frente al lago, y nos sentamos allí.

Seguí observando a más gente que meditaba, que caminaba tranquila, a cómo se saludaban entre ellos, a que nunca dejaban de sonreír del todo, a que no parecían apresurados, sino tranquilos y calmos...

—¿Así sería, verdad?—dije en voz alta y miré a Hator.

Ella me miró con una sonrisa, como siempre, e inclinó la cabeza a un costado.

—¿Qué cosa?

—El planeta Tierra—respondí y miré alrededor. A los animales que estaban tranquilos, sin causar alborotos, ni asustados—. Así sería si evolucionara.

Hator asintió con la cabeza, y en sus ojos se reflejó un amor que les veía seguido a los khraciaranos.

—Sí, Zhelig. Así es como será.

Me emocioné ante la elección de sus palabras y seguí mirando alrededor. El cielo estaba de color rosa pálido, y la paz que había me estaba dando sueño... porque no estaba tan acostumbrada a ella, aunque algunos avances había hecho. Ahora recibía más seguido el pensamiento de las personas, y sabía que en cualquier momento Horus me enseñaría a bloquearla, para que pudiera elegir cuándo escucharlos y que no estuviera abierta todo el tiempo.

Así que, en eso me iba genial. Pero en asuntos de Horus y sus labios...no tanto. Luego de ese beso, no volvió a pasar nada más. Y ya hacía una semana. Era como si cada vez que me besara necesitara de miles de minutos para poder procesar lo que había pasado. Por suerte, esta vez no desapareció de la faz de la Tierra (literalmente) y todo se mantuvo igual que antes.

Hoy era la primera semana que volvía a Khracira. Horus dijo que casi estaba lista, así que podía volver a pasar tiempo aquí. Mañana seguiría con mis entrenamientos con Jodeth y la verdad es que estaba contenta.

Aunque, también, nerviosa. Porque en unos días iría con mis padres, los de Emma y la madre de Trevor, a visitar el apartamento en Guiston que nos habían encontrado, con el cual había convencido a Emma para que se mudara con nosotros. Querían que lo fuéramos a visitar para poder cerrar el trato.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora