Capítulo 39: el tiempo

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Dos semanas.

Habían pasado dos semanas desde que Horus me había besado y desaparecido de la faz de la tierra (quizás literalmente).

No había visto ni percibido para nada su presencia. Estaba desaparecido y yo estaba muy, muy enojada. ¿Cómo es que después de semejante beso me dejaba así? No lo sabía, y no entendía nada.

Obviamente, en los últimos 15 días había repetido una y otra vez el momento. Realmente me había besado. Pero lo que más me preguntaba, era por qué lo había hecho. Sé que sonaba estúpido, pero realmente necesitaba la respuesta. Porque no sabía si lo había hecho porque...porque gustaba de mí, o porque...

El timbre que indicaba el final de la hora de matemática sonó y pegué un respingo. Cierto. Instituto.

No hice más que levantarme que ya Trevor estaba pegado a mí como una goma de mascar.

― ¿Qué hacemos esta tarde? No hay tarea ni exámenes, aprovechemos...

―Bueno, es tu día de suerte. Hoy no tengo baile, así que estoy a tu disposición, ¿qué sugieres?

Comenzamos a salir del aula y Emma se nos unió.

―Agh, planean cosas justo cuando estoy ocupada. Qué divinos―levantó el dedo del medio.

Reí.

― ¿Qué tienes que hacer? ―preguntó Trevor.

Emma lo miró con las cejas levantadas, como si la respuesta fuese obvia.

―Tengo poesía, tonto―respondió.

Trevor hizo puchero. En las últimas dos semanas había notado una gran mejora en él. Ya no se mostraba deprimido, volvía a salir con muchas chicas y su sentido del humor había vuelto.

Y el secreto de que gustaba de Emma me quemaba por dentro. Odiaba no poder decírselo. Lo detestaba con todo mi ser. Pero sabía que no era mi tema: yo no tenía nada que ver ahí.

Pero aun así, costaba. Y sabía que si Emma alguna vez se enteraba, me iba a matar por no habérselo contado.

Salimos del instituto y Emma nos llevó a mi casa. Cuando llegamos, mi padre se encontraba dentro firmando unos papeles en la mesa del living. Tenía un vaso con agua a un costado y se notaba que estaba concentrado.

―Hola papá, mira quién vino a visitarte—dije a modo de saludo mientras dejaba la mochila en el sofá.

Nos miró y levantó una ceja.

―Ganamos―dijo Trevor.

Mi padre y él tenían una relación bastante cercana, sinceramente, pero su principal tema de conversación eran siempre los partidos de básquet que Trevor jugaba.

Mi padre sonrió muchísimo y se levantó de la silla. Abrazó a Trevor y lo felicitó.

―Ese es mi chico. Felicitaciones, Trev. Te vamos a ver en las ligas más importantes dentro de un tiempo, acuérdate de lo que te digo...

Trevor rio y le agradeció.

Por lo poco que pude entender, ya que sus conversaciones eran muy raras, era que Trevor le acababa de decir que ganaron el partido de básquet del viernes pasado. Hacía mucho tiempo que no venía por casa.

―Hola, papá―dije hablando sola―. Sí, me fue muy bien en el Instituto, gracias.

Lo miré fijamente y con una sonrisa ladeada. Suponía que se sintió culpable porque luego de darle el abrazo a Trevor, me abrazó a mí también.

―Son mis preferidos, ¿lo saben, no? Junto a Emma, claro. Si no lo digo es capaz de matarme―susurró.

Reímos y salimos con Trevor al jardín trasero. Nos acostamos sobre el césped y comenzamos a mirar el cielo. Hacía un poco de frío, ya que era septiembre, pero nos las rebuscamos para estar cómodos igualmente.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora