Capítulo 51: Trina

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—¿Destruida?—repetí, horrorizada—. ¿Nos van a atacar? ¿Van a conquistar nuestro planeta? ¿Se desató una guerra...?

Ian negó con la cabeza y se sentó en el sofá.

—Claro que no—dijo y frunció el ceño—. No tendría sentido conquistar un planeta, porque primero, no conquistamos cosas. Segundo, si existieran extraterrestres que conquistan, ¿por qué conquistarían algo que esta contaminado y a punto de autodestruirse, si hay millones de planetas libres para poder vivir? Y tercero, ¿por qué atentarían contra la vida, el amor y la libertad? Ese es básicamente nuestro lema de vida.

Tragué saliva y me quedé un poco paralizada con su respuesta. Porque cielos, no me esperaba eso. Para nada.

Ian dejó de fruncir el ceño, pero lucía preocupado cuando siguió hablando:

—Esta a punto de ser destruida por ustedes, los humanos. Los niveles de contaminación están siendo tan elevados que en cualquier momento todo simplemente se autodestruirá. A eso, sumémosle que todos son agresivos y tienen pensamientos negativos, con lo cual la contaminación no es solo ambiental sino también energética...—Negó con la cabeza—. El planeta ya no lo soporta más. Necesita que la gente evolucione. O sino...

Dejó la frase sin terminar, pero sabía lo que significaba. Muerte de millones y millones de personas, animales, de un planeta entero. Los humanos lo habíamos hecho, habíamos destruido una masa de tierra flotante, en el medio de un universo, que giraba sobre sí misma y estaba en el medio de una galaxia. Habíamos destruido eso. El lugar donde vivíamos. El único lugar donde vivíamos, porque nuestras casas estaban ubicadas allí, en el planeta.

Era algo que sonaba obvio, pero solíamos olvidarlo.

De solo pensar en todo lo que Ian me estaba diciendo me hacía sentir enferma.

—Trina nos esta llamando—anunció Ian y se levantó, dirigiéndose a un extremo de la esfera.—Vamos.

Horus asintió y me indicó que lo siguiera. Ian tocó la esfera y la misma puerta de antes apareció. La traspasó y cuando Horus estaba a punto de seguirlo, frenó y me recorrió la cara con la mirada.

—Trina es de la altas comandantes, Zhelig. Ella sí que va a poder acceder a tu mente y a todo lo que te imagines. Pero confía en ella—se apresuró a decir, cuando vio que mi cara se iba transformando en una mueca preocupada—. Siempre nos ayudó y es una de los principales pilares de estos planetas.

Asentí.

Mis palmas de las manos estaban sudando cuando llegamos al lado de Ian. Trina era la comandante que me había estado algo así como vigilando y haciendo luces. Era la comandante de esa supuesta estrella, que en realidad, era una nave. Y la estaba a punto de conocer.

Cielos. No podía creerlo. Ni siquiera me la podía imaginar. ¿Sería como los khraciarianos? ¿Siquiera era de por aquí? ¿Le agradaría? Recordé cuando se comunicó conmigo telepáticamente en el supermercado, de su voz suave y dulce, y me tranquilicé un poco. Alguien con una voz así no debería resultar muy intimidante.

Una luz en el cielo hizo que me mirada se elevara y me encontrara con una nave dorada. Miré a Horus, que también estaba mirando a la nave, y sentí un poco de miedo. Si bien había conocido a Salix y a Thorm que eran ni más ni menos que los gobernantes, había algo distinto cuando me decían que Trina era de alto rango. No había conocido a nadie como ella y eso me ponía nerviosa.

La nave sobrevoló alguna de las casas y aterrizó a algunos metros de nosotros. Tenía la misma forma que todas las naves de por aquí: ovalada con una cúspide de techo. Pero esta era de color dorada. Su compuerta se abrió y de ella descendió una mujer. Llevaba el mismo traje que los chicos, pero el de ella era plateado, pegado a su cuerpo esbelto, y llevaba unas botas blancas que le llegaban justo por debajo de las rodillas, como Hator. Su tez era de color café con leche, y las asombrosas facciones de su cara estaban enmarcadas por un pelo de color oro, tan brillante como el sol, que le caía sobre el hombro derecho. En el medio del traje tenía un círculo con un corazón violeta en el centro.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora