Capítulo 5: biblioteca

3.8K 356 27
                                    

Cuatro días.

Habían pasado cuatro días desde mi encuentro con Horus. Lo bueno era que la última vez me lo había cruzado estando en normal estado y no como un géiser.

En este momento me encontraba en la biblioteca del Instituto, buscando libros sobre la mitología egipcia. Quería saber más acerca de este dios Horus, y como me gustaba tanto leer, decidí venir a consultar aquí en vez de buscar en internet.

Se notaba que mi vida era muy aburrida por estar haciendo esto. Una persona normal estaría con amigos o haciendo otra cosa, en vez de obsesionarse con un chico que había visto solo dos veces.

Traté de no pensar en eso, y me dispuse a buscar entre los estantes. Encontré un libro que tenía muchas páginas, era de color marrón y tenía una figura egipcia en la tapa que sobresalía con un poco de relieve. Me senté en una de las mesas del fondo, en donde la luz era muy tenue a menos que prendas una de las lámparas. Las páginas estaban amarillentas, ya que era un libro muy viejo.

Lo abrí en la primera hoja, y mi corazón casi se detiene al ver por el rabillo del ojo a una sombra pasando rápidamente por al lado mío, para luego sentarse al otro lado de la mesa en donde me encontraba.

― ¿Hola? ―pregunté, temerosa. No podía reconocer su cara debido a la poca luz que había en esa parte.

Se inclinó un poco adelante y pude ver con claridad.

Era Horus.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente, en parte debido al susto y en parte debido a que se trataba de él.

―Nos volvemos a encontrar. Por suerte no te estás cayendo ni nada parecido...—dijo en tono juguetón. Tenía la voz grave y suave.

Sonreí tímidamente.

―Sí, menos mal...

¿Qué hacía en la biblioteca de mi instituto? ¿Acaso me estaba siguiendo?

No sabía qué decirle. Tenía demasiadas preguntas. Lo miré fijamente a los ojos y vi que me estaba contemplando. Frunció el ceño, se paró y se acercó más a mí.

― ¿Por qué te tiñes el pelo?—preguntó, agarrando un mechón de pelo que caía por mi mejilla.

Mi estómago dio un vuelco ante su cercanía y me tensé de los pies a la cabeza. ¿Cómo sabía que me teñía el pelo? Es decir, se notaba que era rubio teñido, pero...

Ah. Debía ser eso. Me relajé.

―Porque mi color natural no me gusta―respondí y me encogí de hombros, simulando estar tranquila. Pero por dentro, me estaban temblando hasta las tripas y no era por hambre.

Horus frunció más el ceño.

― ¿Por qué no te gusta? Hay gente que... ―No terminó la frase, sino que se levantó de la silla y comenzó a alejarse.

Yo no podía creerlo. Me toqué el pelo, como si este me pudiera dar una respuesta, y luego me paré.

― ¿Quién eres? ―pregunté con la voz temblorosa, en un susurro.

Ya estaba a muchos metros de distancia, pero su voz me llegó igual:

―Ya lo averiguarás. Paciencia.

Di un respingo al escuchar su voz tan cerca.

Odiaba que me dejara con las frases a la mitad o con dudas. ¿Paciencia? Parecía sacado de una novela de Shakespeare. Era demasiado misterio para mí. Por lo que me armé de valor y caminé en su dirección, pero ya era demasiado tarde.

Había desaparecido.

Suspiré, frustrada, y bajo la mirada de advertencia de la bibliotecaria, volví a sentarme en mi mesa.

El libro no estaba.

Revisé en las sillas, debajo de la mesa, a los costados, pero nada. Incluso me paré para ver si estaba por donde había caminado, pensando en la posibilidad de haberlo pateado sin querer, pero no, había desaparecido.

Y algo me decía que Horus tenía que ver con eso.

HorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora