XVI: Brotherhood

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Algo se rompió en el primer piso, el grito que vino después no se hizo esperar.

Cuando mi oasis de silencio se rompía, casi me daban ganas de llorar, pero al escuchar los gritos de mi padre ir en aumento y la voz temblorosa de Chuuya intentando disculparse, tuve que salir y alejarme de los pocos momentos de paz que podía permitirme en esa casa.

Bajé las escaleras tan rápido como pude. Mamá estaba a un lado de la cocina, desde donde los gritos provenían. Su mirada impasible, inexpresiva, ignoraba lo que ocurría y fingía que no podía escuchar la discusión unilateral, ni que podía ver como Chuuya mantenía la cabeza baja y los puños fuertemente apretados, intentando no responder a los insultos ni llorar.

Mamá me miró de reojo y luego bajó el mentón, el cabello rojizo le cubrió su expresión de vergüenza. Sin embargo, no se movió de su lugar ni entró a la cocina a detener el griterío que su esposo estaba armando. Prefería que nosotros, sus hijos, saliéramos lastimados antes de su bello rostro.

Los gritos aumentaban, cada vez más y más fuertes, a punto de transformarse en golpes. Ella no se movía de su lugar. Apreté los puños con fuerza, queriendo decirle tantas cosas, preguntarle por qué permitía esa situación. Si sabía que papá era alguien violento desde el inicio, ¿por qué no nos llevó lejos de ahí? Lejos de él, de Yokohama, tal vez al lugar al que verdaderamente pertenecía, o cualquier otro; el que fuera donde pudiera tener un poco de silencio.

Pero no lo hizo, y tal vez no terminaré de comprender qué la mantuvo retenida junto a él durante toda su vida. Tal vez pensaba que tenía un karma que pagar por haber dejado atrás a nuestro hermano mayor, pero jamás iba a saberlo. Esa noche, solo pude odiarla un poco más y entrar a la cocina, interponiéndome entre papá y Chuuya.

El golpe que no iba dirigido a mí no dolió tanto como los gritos que vinieron después.

Chuuya tenía 14 años en ese entonces, yo 18. Mi foto de graduación era al día siguiente. La marca en mi rostro era imposible de cubrir. Cuando dieran las siete de la mañana, llamaría a mi profesor y le diría que estaba enferma y que no podía asistir; por esa noche, intenté calmar la expresión de culpa en Chuuya.

―A-ane-san... ―tartamudeó, intentando tocar mi rostro y la marca rojiza que papá provocó con manos temblorosas―. No debiste... Yo podía...

―Shhh, está bien―lo tranquilicé, acariciando su cabello con dulzura y lo envolví en mis brazos, mientras miraba hacia un rincón de la cocina. Mi rostro sin demostrar emoción, ni cariño, ni dolor por el golpe, solo resignación. Miré el plato roto a un lado. Tendría que levantar los restos, pensé, antes de que Chuuya se hiciera daño con ellos―. Gracias por controlarte, sé que fue difícil mantenerse tranquilo y no gritarle. ¿Qué sucedió?

―Solo un estúpido plato que se resbaló... ―murmuró, abrazándome con fuerza y enterrando su rostro en mi hombro―. Solo un estúpido plato...

Suspiré. Tantos gritos por pequeñeces, aunque siempre fue así y debería estar acostumbrada, cada día me sentía mucho más cansada. Abracé a Chuuya con un poco más de fuerza, pero papá volvió a entrar y al verme consolándolo, su ira aumentó.

Cuando éramos niños, incluso si recibíamos golpes o gritos, papá no era tan violento. Nunca nos miró con tanto desprecio, o más bien, nunca miró a Chuuya con tanto asco como desde el momento en que cumplió 13 años.

Chuuya jamás demostró ser menos masculino que otros chicos de su edad. Al contrario, todo lo masculino, todo aquello hecho para "hombres", le gustaba y acomodaba: el deporte, las peleas, los vehículos, la música pesada de más gritos que melodías, todo. Todo aquello apropiado para un chico, según papá, le gustaba y por un tiempo logró engañarlo, también a mí y a sí mismo. Pero después de los 13 años, cuando el resto de preadolescentes se sonrojaban al mirar un cuerpo femenino semidesnudo, Chuuya lo hacía cuando el capitán del equipo de fútbol de su escuela se quitaba la playera después de un partido y lo abrazaba cuando ganaban.

Leave the kiss for later [SKK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora