II: Patience

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El sonido del teléfono marcó una, dos y tres veces antes de que aquella robótica voz le informara que el número al que llamaba no estaba disponible en ese momento. Extrañado, Chuuya alejó el móvil de su oreja y miró la pantalla; la voz de la operadora continuó con su frase recurrente, pidiéndole dejar un mensaje después del agudo pitido que luego sería escuchado.

¡¿Qué mierda, Paul?! ―gritó a la bocina en un perfecto francés que atrajo la atención de los transeúntes a su alrededor, pero al confundirlo con un turista cualquiera, lo juzgaron en silencio y siguieron con su camino―. ¡¿Por qué tienes el teléfono apagado...?! Bueno, ahora que ya hice que tus tímpanos se reventaran, llámame en cuanto estés libre y dile a Arthur que lo extraño, a Guivre también, a ti no porque eres un imbécil que apaga su teléfono. Eso, los quiero.

Ah, estaba aburrido. Tan solo hace cinco minutos había llegado frente a la estación donde se reuniría con Tachihara, pero se sentía inquieto, hacía calor y no quería esperar más. No se sentía de un humor horrible, pero tampoco bueno, y no durmió tanto como le hubiese gustado.

Lo que sucedía con los horarios estrictos de la universidad, era que, si una persona no se emborrachaba hasta perder la consciencia cada viernes por la noche, por costumbre despertarían antes o a las nueve de la mañana los días libres, y Chuuya no había bebido lo suficiente como para dormir hasta las doce del día. Aunque no lo quería, a las nueve ya estaba despierto.

Se quedó mirando el techo hasta que dieron las diez, pensando en la salida de esa tarde y en lo que Tachihara quería hablar, en enviarle un mensaje a Ryuu y preguntarle si había dormido bien, o preguntarle a Gin si es que su hermano estaba de buen humor. Pensando en que, seguramente, sus compañeros de piso ya estaban despiertos y en cualquier momento tocarían a su puerta o entrarían para decirle que el desayuno ya estaba listo. Y pensando en lo que había sucedido tan solo un par de horas atrás, en la presentación, la copa de vino, las manos frías, lo que había dicho Dazai...

"Quiero salir contigo. Como cuando éramos adolescentes, cuando estábamos juntos..."

¿Y sí había dicho la verdad? ¿Y si realmente quería eso con él? No, no. Imposible. Dazai solo estaba bromeando, no era sincero. No era posible que ahora realmente lo quisiera, a diferencia de cuando eran adolescentes... pero, ¿y si realmente sentía eso? ¿Eso que sí sintió por Oda años atrás, pero no por él? No, no. Imposible. Oda era Oda, y él solo era... Chuuya.

No es que se sintiera inferior a Oda, no lo hacía. No había nada para comparar entre ellos, excepto el color de sus ojos y cabello, e incluso sus lazos actuales con Dazai eran diferentes. Oda siempre sería importante para el moreno en muchos sentidos y él... bueno, se llevaban mucho mejor que cuando eran adolescentes, pero eso era todo. Eran amigos. Dazai no le gustaba de esa forma, ni quería pensar en una relación con él. Volver con un exnovio era cómo vomitar y luego comerse el vómito, o eso decía Pianoman cuando se emborrachaba y lloraba por sus antiguas relaciones.

Tal vez, como decía Albatross, solo sentía un poco de tensión sexual con Dazai porque, bueno, llevaba meses sin salir ni acostarse con nadie, y el moreno siempre fue bastante bueno en la cama, o eso recordaba. Tal vez ya no era tan bueno, ¿o sí? Ah, no debería estar pensando en eso...

Para su suerte, en ese momento de la mañana cuando el reloj marcó las diez y media, Lippman entró silenciosamente a su habitación. Pensó que Chuuya seguía dormido e iba a despertarlo para desayunar de esa forma que tanto le recordaba a Arthur: con suave palmaditas en la cabeza y una voz tranquila. Encontrar similitud entre sus roommates y su familia en esos pequeños actos, fue suficiente para despejar su cabeza y hacerle pensar en otras cosas.

Leave the kiss for later [SKK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora