XVIII: Stop, don't be so kind

2.1K 189 398
                                    

Jamás recibí una mirada tan amable como la de esa noche. Genuina, preocupada, suave y adictiva. Para un niño no deseado, querido ni cuidado, experimentar ese tipo de atención era adictivo, más si venía de un adulto.

Recuerdo bien esa noche. Tal vez sea una de las que jamás olvidaré entre otras más. Después de lo que mi padre le había obligado a hacer a la sirvienta cuando se enteró de que tenía novio, no pude más que alejarme. Ni siquiera lavé mi cuerpo, aunque sentía asco y quería sacarme la piel, todo lo que pensé fue en salir.

Odiaba esa casa. Odiaba a mis padres y a la sirvienta que aceptó tocarme tan cruelmente, a pesar de que me conocía desde que tenía cinco años. Odiaba que solo se necesitara una "equivocación" de mi parte para que todo el esfuerzo ya no valiera nada.

¿Y qué si dejé de darles problemas? ¿Y qué si me mantenía alejado lo más que podía para que se olvidaran de mi existencia? ¿Y qué si mis calificaciones eran las mejores de mi escuela, mejores a la de los otros niños, mis primos, que sí se habían merecido el apellido Tsushima? ¿Y qué si era el nieto más inteligente y astuto de la familia, el más merecedor de llevar el apellido que en tan alta estima tenía mi padre? Seguía siendo un Dazai solo porque, legalmente, no podía existir sin un apellido. Y mientras lo fuera, mientras compartiera el mismo título, rostro y sangre que mi madre, no valía nada para ellos. Ni para él, ni para ella.

Ni el mal comportamiento ni el bueno fueron suficientes para que papá o mamá me dieran un poco de tiempo. No fue suficiente para que me observaran y reconocieran mi existencia más allá del peor error que alguna vez cometieron. La única que lo hizo, la única que me cuidó, pero de quién nunca quise atención, fue la sirvienta. Y después de esa noche, ya no podría volver a mirarla, ni a ella ni a mis padres, sin sentir la necesidad de vomitar.

Todo por un error. Todo por culpa de ese maestro.

Fuimos tan buenos ocultándolo. Incluso si la señora Nakahara sabía lo que hacíamos, teníamos confianza en que ella nunca diría nada y durante dos años, casi tres, fue así. Teníamos esa libertad, la seguridad de que podríamos mantener nuestra relación en secreto hasta graduarnos de secundaria y luego saldríamos de Yokohama. No teníamos planes de ir a la universidad, aunque intuía que Chuuya si quería hacerlo y estudiar literatura, escribir poesía y vivir de ello. Yo... No pensaba en nada. Felizmente me convertiría en la "perfecta ama de casa" si eso me daba la oportunidad de estar tranquilo, lejos de esa ciudad y junto a Chuuya, aunque siempre tendría que compartirlo con la lírica, estaba dispuesto a eso.

Pero fui descuidado. Olvidé que, si bien nuestros compañeros de clases no dirían nada sobre los besos que solíamos compartir entre cada receso, ya que no les convenía por su propia seguridad, los maestros eran un asunto diferente.

Cuando llegué a casa esa tarde, lo primero que recibí fue una bofetada.

―Más te vale que sea una mentira ―me dijo mi padre en cuanto entré―. ¡Más te vale que sea una mentira, Osamu!

Mi padre temblaba de pies a cabeza, lleno de ira y repulsión. La mano en alto, pesada, portando el anillo de matrimonio que odiaba, pero que utilizaba solo por las apariencias. Nunca lo había visto tan enojado. Sentí miedo como la primera vez en que me golpeó cuando tenía cinco años.

Detrás de él estaba mi madre. Su rostro reflejaba el mío; me pregunté si cuando yo sentía decepción tenía la misma expresión, pero no pude detenerme a pensar en ello. Intenté buscar una respuesta en ella, un poco de ayuda, pero su mirada se endureció, negándose a socorrer al niño que fue obligada a tener y nombrar.

―Yo... no sé de qué estás hablando... ―susurré, llevándome una mano a la mejilla dañada. Dolía, el anillo logró abrir mi piel.

―¿Ahora no lo sabes? ―se burló papá. Casi parecía que quería escupirme a la cara―. ¡¿Ahora no sabes lo que hiciste?! Fingimos que no veíamos las idioteces que hacías durante tanto tiempo, fingimos que no nos molestaban los problemas en los que te metías, los reclamos que recibimos de tus profesores porque tenías buenas calificaciones, pero esto... ¿Es en serio? ¡¿Tu existencia no era suficiente vergüenza para la familia?!

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now