V: Call me

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Cuando llegó a su departamento esa noche, lamentando no prestar atención a las últimas clases del día, porque su cabeza estaba llena de recuerdos de un idiota, Chuuya quiso dirigirse directamente a su habitación. Sin embargo, sus compañeros de piso, que por horario regresaban al lugar mucho antes que él, estaban esperando una explicación.

Parecían relajados, pero el pelirrojo sabía que no. Pianoman estaba en la cocina, preparándose un té como si fuese cualquier otro día normal. Lippman estaba en una de las sillas de cocina, intentando controlar las preguntas que quería soltar en cuanto Chuuya cruzó el umbral. Albatross estaba en el sofá, con las piernas arriba y mirándole fijamente, conociendo cuál era su papel en todo aquello: ser el primero en preguntar, sin vergüenza alguna.

―No ―dijo Chuuya antes que cualquier otro, pero, sabía, que los tres pasarían por alto su negativa.

―Sí ―respondió Albatross y no se movió de su sitio―. Chuuya, respetamos tu privacidad de no querer hablar sobre eso durante las clases, pero reafirmamos nuestra autoridad como compañeros de piso preguntándote quién era ese maldito idiota a penas regresas.

Chuuya suspiró. Ni siquiera había cerrado la puerta todavía y ya comenzaba el interrogatorio. Sabiendo que no podría librarse de ellos, tiró su mochila repleta de libros al piso y entró, ignorando la mirada molesta de Lippman ante el desorden que dejaba por su paso. Bien, si ellos iban a fastidiarlos con sus preguntas, entonces él también.

Pateó las piernas de Albatross para que le hiciera un espacio en el sofá, y se desplomó. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos por un momento. Los recuerdos del día inundaron su memoria y casi pareció que no era real, que todo no fue nada más que una mera película. Pero ninguna historia ficticia podría afectarle de esa forma, ningún escritor podría retratar tan perfectamente a Dazai.

―Solo era un idiota ―murmuró, subiendo lentamente los párpados y enfocando la mirada en el techo.

―Un idiota que dijo muchas cosas ―comentó Pianoman desde la cocina―. Por ejemplo, dejó bastante claro que te conoce desde mucho antes que nosotros.

―Y si fuese cualquier idiota, no te hubiese afectado tanto hablar con él ―agregó Lippman, sin poder apreciar el rostro conflictuado del pelirrojo―. No somos ciegos, Chuuya, te conocemos mejor de lo que crees. Aún tienes esa mirada que no sabemos cómo interpretar, pero pareces que quieres...

―¿Qué?

―Gritar o llorar ―completó, manteniendo un tono suave de voz―. Tal vez ambas, y eso nos preocupa. Sé que no te conocemos desde hace tanto tiempo, pero jamás te hemos visto tan... Dolido por alguien. Ni siquiera por los chicos con los que intentaste salir a principio de año y no funcionó.

Si no funcionó es por culpa de Dazai, pensó. Era su culpa por confirmar aquello que Kouyou propuso primero: era fácil dejarlo atrás.

Jamás se lo admitió a nadie, pero tenía miedo de ser abandonado otra vez. No podía mantener una relación estable sin suponer que la persona a su lado se marcharía en cualquier momento, sin decirle nada, volviendo a recalcar lo poco importante que era su existencia para el resto. Antes de que eso pudiera suceder, antes de que volviesen a dañarle, Chuuya prefería ser el primero en dar un paso al costado.

No importaba si la relación marchaba bien, tampoco si uno le gustaba más de lo que recordaba que Dazai le gustó al inicio de su relación. O si congeniaban, si había buena química y parecía la pareja perfecta. Los dejaba antes de que pudieran dejarlo.

No quería volver a quedarse atrás, no quería que continuaran recordándole la poca importancia que poseía para el resto.

―No quiero hablar de eso...

Leave the kiss for later [SKK]Where stories live. Discover now