XXV: You were looking at me

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Sentir el aire directamente en sus antebrazos desnudos era raro.

Dazai se sentía demasiado expuesto. Apenas había salido de casa y ya se sentía paranoico, creyendo que todo el mundo lo estaba mirando; notando aquellas cicatrices que antes ocultaba bajo vendas y ahora bajo tinta, pero no, nadie lo notaba, solo eran ideas suyas.

Si le miraban de reojo, era por cualquier otro motivo, y no por la señal de su intento de suicidio que, a menos que tocaran su piel, nadie sabría que sucedió. Tal vez su ropa llamaba la atención, aunque estaba vestido como casi todos los días, o bien los dibujos que cubrían sus antebrazos era lo que causaba curiosidad y asombro. En una sociedad aún tan tradicional y conservadora, era extraño ver a alguien con tatuajes visibles, incluso si eran tan inofensivos y simples como los suyos.

Simples ramas de arce de hojas anaranjadas a mitad del otoño. Simples aves volando en un paraje imaginario que era el lienzo de su piel, haciéndolo sentir, por primera vez en mucho tiempo, libre.

Aún se sentía expuesto y pensaba que todos lo estaban observando, pero, al mismo tiempo, no quería cubrirse los brazos. Quería seguir mirando ese dibujo, esas ramas y hojas, esas cicatrices ocultas que ya no dolían ni picaban.

Sintiendo su piel erizarse a causa de las últimas brisas frías heladas antes de la llegada de la primavera, Dazai continuó transitando las mismas calles que bien conocía de día. De noche aún no las recorría y no sabía cómo se veían, pero su interés por pasear bajo un cielo estrellado mientras perdía la noción del tiempo y de su propia existencia, no se comparaba a su necesidad por apresurarse al punto en el cual se reuniría con sus amigos.

Esa noche era importante. Esa noche, escucharía a Chuuya cantar otra vez. Una nueva canción que, sí nada de lo que sucedió hubiese ocurrido, tal vez sería un poema. Pero ya fuese canción o poema, daba igual. Solo quería leer o escuchar el reflejo de su propio ser que Chuuya logró plasmar.

Nadie más podía reflejarlo tan bien u obligarlo a mirarse a sí mismo. Pasó tanto tiempo apartando la mirada de sus verdaderos sentimientos que ahora que intentaba verse al espejo aún sentía miedo de lo que veía. Pero lo estaba intentando. Mirando sus ojeras, sus cicatrices, todas esas veces en que simplemente tuvo que haberse echado a llorar y pedir ayuda, en vez de poner una sonrisa y decir mentiras.

Cuando vio a Yosano, Ranpo y Kunikida en la entrada de la estación, no pudo contener una sonrisa tranquila. Había una cuarta persona con ellos, pero no era quién él esperaba ver. Era el novio de Ranpo, Edgar Allan Poe, que a base de lloriqueos y berrinches de parte de su amigo, aceptó acompañarlos esa noche y al fin interactuar con ellos como era debido.

Para suerte del otro hombre, Kunikida estaba ahí y tendría a alguien tranquilo con quien platicar después de que Yosano le diera su discurso de: "Si le haces daño a mi amigo, te mueres. Si lo haces llorar, te mueres. Si le quitas sus dulces, te mueres y él mismo se encargará de matarte, porque no pienso ensuciarme las manos de sangre y azúcar". En fin, las típicas y sencillas amenazas. Dazai también pensó en agregar algunas, pero sabía que durante la noche estaría más pendiente de limpiarse la baba ―como decía Yosano, porque no babeaba, no, no lo hacía―, al ver a Chuuya en el escenario.

Al menos, aquel otro hombre ya había sido aprobado por la familia de Ranpo, aunque eso no significaba nada. La única aprobación que realmente tenía algún valor, era la de ellos, pero no podían torturar al pobre chico si les hacía falta un integrante.

―¿Y Atsushi? ―preguntó Dazai en cuanto se acercó, saltándose el saludo típico que no era necesario entre ellos―. ¿Llega tarde? Eso es raro.

La tranquila conversación entre Yosano y Ranpo se detuvo, así también la que Kunikida intentaba mantener con Edgar. Los rostros de sus amigos se tornaron agrios, se miraron entre ellos y luego designaron a uno de ellos para responder. Como casi siempre, la responsabilidad de ello cayó en el rubio que, soltando un largo suspiro y mascullando por lo bajo que él debería estar en su dormitorio a esa hora, no a la intemperie, le enseñó la sala de chat que mantenía con Atsushi a Dazai.

Leave the kiss for later [SKK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora