Capítulo 24

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La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener
Gabriel García Márquez

La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener Gabriel García Márquez

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Sentir su calor corporal, el vapor que genera su aliento cuando habla. Sus labios abultados por el frío de la noche. Las manos hechas puño por estar entumidas. Y sus largas piernas ansiosas, moviéndose.

Tan cerca, pero a la vez tan lejos.

Frase tan cliché que generaba pesadez ser tan repetitiva en los dramas románticos. 

Pero tan cruda de experimentar.

Las manos ansiosas por tocar y sus labios por besar. Querer rodearlo con sus brazos, apretarlo contra su pecho, transmitirle calor y seguridad.

Hablarle de sus aflicciones, sus miedos y satisfacciones.

Hacerle el amor con pasión y desenfreno.

Quererle con todo lo que tenia, aún con mierdas encima.

Tan cerca, pero tan lejos.

La fogata los abrazaba, y el año nuevo se llevaba el tiempo que pasó, dándole entrada a nuevas vidas y oportunidades de ser mejor.

Siete chicos a la luz de la luna y una fogata llevándose todas sus penas y sombras más oscuras.

—¿Todos lo han traído?—los chicos asintieron—Entonces iremos uno por uno. No hablen si no lo desean, pero si lo hacen, todos escucharemos—Namjoon sonrió—Y recuerden que aunque algunos de nosotros no llevemos mucho de conocernos, siempre tendrán un apoyo en mí. Me tomaré como misión personal seguir en sus vidas por un tiempo largo. Espero puedan ver en mí a un confidente y puedan hablar con confianza.

El primero en levantarse fue Hoseok. Llevaba en sus manos un diminuto collar que dejó caer en la fogata, como muestra de dejar atrás esa parte de su pasado.

—Esto representa todo lo que quiero dejar atrás, y poder continuar como la persona que quiero ser de ahora en adelante—miró al cielo con lágrimas en los ojos—Un beso hasta el cielo, mi amor.

El segundo fue Yoongi. Consigo llevaba un gorro negro de lana tejido a mano. Lo tiró y esperó a ver cómo se quemaba para poder hablar.

—Este gorro fue un regalo de mi abuela, de hace tres navidades—Suspiró—Fue la última cosa que me dió antes de salir del closet. Cuando lo hice, no me permitió la entrada a su casa, ni a su vida. Ella había dejado de tener un nieto, y yo perdí a una abuela ese día—volvió a sentarse al lado de Jimin quien acarició sus hombros, reconfortándole

Pequeño DesastreOù les histoires vivent. Découvrez maintenant