III

11 0 0
                                    


— Que a Mía le gusta Slipknot. —se excusó. Volví a abrir los ojos.

— Claro. —admití sin pensar. Cuando me di cuenta de lo que había dicho— ¿Eh? —dije en voz baja haciendo una mueca de confusión, mientras que él tiraba los restos de harina en el tacho de basura y puso la escoba en un costado contra una pared. Luego se dio la vuelta para mirarme.

— ¿Vos estás bien? —interrogó mirándome con atención.

— Sí, ¿Por qué? —respondí mirando a Maqui y después a él.

— Porque estás rara... ¿Segura que no te pasa nada? —entrecerró sus ojos claros.

— Sí, no me pasa nada. —dije con cierta inquietud. Maqui nos miraba expectante.

— Estás nerviosa. —levantó una ceja.

— ¿Nerviosa? No, no lo estoy. —mentí quedándome inmóvil. Dio un paso hacia mí y un sonido en el suelo me dio la mejor idea del mundo. Bueno, tal vez no fue para tanto, pero sabía que podía ser mi salvación en este preciso momento.— ¡Aaay! ¡Cuidado con los vidrioos! —grité alterada, mientras barría.

— Tomá, acá tenés la pala. —avisó dejándola sobre la mesa. Una vez que pasó de mí me giré para ver si se había ido.

— ¡Che, no dejes cosas sucias arriba de la mesa! —Maqui le gritó mientras él caminaba hacia el comedor que podía verse desde donde estábamos.

— ¡Zafamos! —exclamé aliviada acomodando un mechón detrás de mi oreja.

— Como te pusiste, ¿Eh? —mi amiga me dio un puñetazo amistoso en el hombro riendo divertida.

— Callate. Ni me lo digas. —solté todo el aire que estaba acumulado en mis pulmones y continué limpiando los vidrios.

~~~

Una hora más tarde...

Habían llegado algunos chicos más y nos habíamos quedado sin sillas.

— Fran, vos sentate acá y Maxi allá con Moro. Mati, vos que sos flaquito, al lado de Mía. —organizó Josy— ¡Pará! Nos olvidamos de Blanquito.

Ja, y adivinen a quién le tocó...

— Chicos, no hay más espacio. Dante... que se siente con Mía. Compartan la silla. —Maqui ordenó señalando mi lugar mirando hacia otro lado para asegurarse de que no faltaba nadie. La miré como diciendo "¿Qué estás haciendo? ¿En serio?".

— Dale. Que Dante se siente con Mía. —Josefina estuvo de acuerdo mientras que traía los platos con porciones de pizza. Yo rodeé la mirada hacia ella también, con cierta desesperación.

— Pero, y... ¿Los bancos? —dije con la ilusión de que cambiaran de idea.

— Los lugares ya están organizados para que entremos todos, Mía. —Maqui habló con cansancio.

— Puedo sentarme con Uriel. Así Dante se sienta acá. —insistí poniéndome de pie. En eso, vinieron los otros chicos que estaban en el living y mi querido amigo.

— No hay muchas opciones. —mi amiga concluyó el pequeño debate.

— ¿Puedo sentarme con vos? —Dante me preguntó antes de sentarse en mi silla. Lo miré con cierta incomodidad. Abrí la boca para excusarme, pero preferí quedarme en silencio y simplemente aceptar.

— Claro. —traté de sonreír para no ser tan dramática. Él se sentó con timidez. Agarró una trozo de pizza del plato más cercano a nosotros. Le imité. Le di una mordida a mi porción con la mirada puesta en la mesa.

— ¡Ew! ¿Te pasa algo? —me dijo Uriel mirándome extrañado. Lo miré.

— No, nada. ¿Por qué? —respondí tratando de sonar casual.

— Porque tenés una cara... —comentó mordiendo su pizza.

— Ah, es que... me... me duele un poco el estómago. —me excusé. Miré a Dante de reojo que estaba hablando con los otros chicos. Me concentré en terminar mi porción lo más rápido posible. Una vez que la terminé me levanté de la silla dejando a mi amigo solo. Fui al baño para "justificar ese supuesto dolor" y luego de algunos minutos volví a la mesa. Me senté al lado de Maqui.

— ¿No vas a comer? —interrogó mi amiga.

— Me... duele muchísimo el estómago. —mentí abrazándome un poco en la zona "del dolor" haciendo un gesto de molestia.

— ¡Hey, Mía! No comiste nada. No tengas vergüenza, acá nadie te juzga. Somos todos amigos. —invitó Moro, desde la otra punta cerca de Uriel y otros chicos. Dante sentado casi frente a nosotras.

— ¡Estoy con un poco de dolor de estómago! —expliqué levantando la voz para que me escuchara a través de la música y el murmullo.

— ¿No te gustaron nuestras pizzas? —Josefina habló con tristeza.

— ¡Me encantan! —le mostré una sonrisa genuina y ella me sonrió más animada también.— Pero... la verdad es que hace varios días que no me siento bien y... no quería fallarles a ustedes. —hablé sonando natural. Aunque mostrar afecto no era lo mío... cuando dije que me encantaron esas pizzas fui muy sincera. Tenían un sabor único, como si las hubiera hecho un chef. Eran unas expertas en la cocina.

— ¡Ew! ¿Mía todavía no tiene un apodo? —Moro soltó de repente.

— ¿Un apodo? —pregunté distraída.

— Sí, en este grupo todos tenemos un apodo asignado por el resto de amigos. —explicó Uriel con media porción en su mano.

— Ah, mirá vos. ¡Qué bien! —dije sorprendida.

— Bueno, la característica de ella es que es muy blanca. Casi como Dante. —un chico rubio de ojos miel comentó mirándome con sus manos entrelazadas sobre la mesa.

— Sí, es re blanquita. —agregó otro chico morocho y alto con sus brazos cruzados sobre la mesa.

— ¡Blanquita! ¡Perfecto! —habló Moro agarrando un vaso de vidrio para beber un poco de Fanta.

— ¿Blanquita? —pregunté con incredulidad.

— Blanquita le queda genial. —opinó Dante. Lo miré entrecerrando los ojos con malicia.

— ¿Y Dante a quién se parece? Seguramente no tiene apodo. —hablé para todos.

— A él le decimos "Blanquito".—respondió Josefina.

— No puede haber dos blanquitos en un mismo grupo, ¿No les parece? Eso sería falta de originalidad. —expliqué acomodándome un poco en mi lugar al lado de Maqui.

— Es verdad... —aceptó Moro haciendo una pausa. Hubo un silencio— Dante se parece a... Violeta de Los Increíbles. Porque siempre está deprimido y tiene el pelo en la cara. —añadió y todos nos reímos.

— ¡Violeta! —dije levantando mis cejas ante la idea mientras miraba a todos para chequear si concordaban conmigo. Dante se rió.

— ¡Blanquita! —afirmó con su tan particular sonrisa torcida que lo hacía lucir muy sexy. Maqui nos miró a los dos.

— ¡Blanquita! ¡Nuestra nueva integrante! —Maqui declaró acomodándose en su asiento.

Entre chistes, risas, bromas y carcajadas pasamos un buen rato. Sin duda esta había sido una de las mejores noches de mi vida. Disfrutaba de cada instante y las sonrisas de mis amigos. Yo era simplemente feliz con ellos.

Me encantaba verlos reír y bromear. Sabía que estos instantes quedarían grabados en mi memoria para siempre y que al recordarlos me sacarían una sonrisa. Porque todo esto formaba parte de una gran amistad. Yo era consciente de que si por alguna razón del destino, quizás no durara para toda la vida... no dejaban de ser hermosos momentos.

Dramas ParalelosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora