III

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A lo que él respondió...

No te vas a liberar de mí tan fácil y mi cara va a ser lo último que vas a ver.

Dejé de responder.

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Cuando apenas llegamos todos mis familiares más cercanos estaban reunidos esperándome preocupados. Me hicieron miles de preguntas, las cuales no fui capaz de responder. Ni siquiera tenía respuestas para mí misma.

Luego de esa situación traumática y desesperante. Crucé la puerta del baño y la cerré. Di un paso al frente para mirar mi reflejo en el espejo colgado en la pared.

Mi pelo desastrosamente despeinado, el delineador corrido bajo mis ojos con el rastro de mis lágrimas hasta las mejillas. En la parte derecha de mis labios se estaba formando un leve moretón. En mi cuello tenía la marca de las uñas de Ciro.

Mi espalda dolía con cada mínimo movimiento debido a los fuertes golpes, mientras que en mi brazo derecho ardía y sangraba un corte que probablemente me lo habría hecho cuando intenté volver a entrar en esa casa para agarrar mis cosas.

Suspiré, comencé a desnudarme para entrar en la ducha, giré la canilla y el agua tibia empezó a caer sobre mi piel. Cerré los ojos y pasé mis manos por mi cara... los flashbacks de ese horrible momento no tardaron en llegar.

Varios minutos después di un paso fuera de la ducha y procedí a secarme con la toalla que estaba a mi alcance. Al rozar con suavidad la parte baja de mi espalda un dolor me obligó a hacer una mueca de molestia. Me miré de nuevo en el espejo y me di cuenta de que mi piel se veía totalmente roja por todas partes.

Me puse una remera corta y un short para dormir, me peiné un poco y me fui a mi habitación. Me quedé sentada en la cama con la mirada perdida, no quería pensar más, pero mi mente daba mil vueltas tratando de buscar el sentido a todo lo que había pasado.

Mamá se sentó a mi lado con un té de tilo para mí. No dijimos nada, las palabras sobraban, el silencio hablaba por sí solo.

~~~

Domingo, 9 de marzo.

Me desperté, me quedé mirando hacia la ventana hasta que me acostumbré a la luz. Me moví un poco y un dolor intenso en la espalda me hizo recordar la noche anterior. Solo quería creer que todo había sido una horrible pesadilla, pero no fue así.

Pasaron algunas horas, volví de la comisaría, pero al parecer la policía espera a que pase una tragedia para hacerse cargo de su responsabilidad. Por desgracia no pude hacer nada aun teniendo las pruebas de sus amenazas en mi celular. Llamé a Dante para avisar que iría a su casa.

Le dije a mamá que no le dijera nada de lo que había pasado cuando llegara, que yo me encargaría de eso. Me di una ducha, me puse una remera blanca y un short de jean con mis Converse negras.

Me até el pelo en una cola de caballo desordenada y solté un mechón grueso para cubrir parte de mi cara para que no se notara el moretón en mi labio.

Él vino a mi casa para que no fuera sola, mi madre lo saludó con un beso en la mejilla, yo lo saludé igual, pero sin levantar mucho la cabeza. Nos marchamos. Cuando faltaban algunas calles para llegar...

— Blanquita, estás... rara... ¿te pasa algo? —preguntó preocupado mientras caminábamos hasta su casa— muy callada.

— Te cuento cuando lleguemos. No quiero hacer una escena ridícula en público. —expliqué mirando al suelo, tapando mi cara con el mechón.

Llegamos, cruzamos la puerta para entrar al comedor...

— Ahora sí. Decime... ¿por qué estás tan rara? —insistió acercándose a mí, despacio, empujando la puerta detrás de él. Me quedé de espalda, no podía mirarlo. Me sentía avergonzada.

Dramas ParalelosWhere stories live. Discover now