II

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— ¡No lo estoy defendiendo! —negó casi por instinto. Se puso de pie bruscamente golpeando la mesa con sus manos.

— ¡Lo estás haciendo! —culpé tratando de bajar el tono de voz. Necesitaba calmarme.

— ¡Yo te dije que acercarte a ese chico en un momento tan vulnerable como una ruptura te iba a traer problemas! ¡Pero vos no me escuchás! ¡Te fuiste corriendo a su casa y por eso pasó todo esto! —explicó con su voz elevada. Solté una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo.

— Yo sé que cometí un error. —hice una pausa— Pero... ¿Quién no los comete? Hasta vos con Darío lo cometiste. —le recordé.

— Eso fue muy diferente. —bajó el tono.

— ¿Qué era lo diferente? ¿Que eras vos y no yo? Hasta donde yo sé... Darío era depresivo, se había querido suicidar- —hablé con seriedad.

— Mía, estamos hablando de vos, no de mí.

— Y encima se fue con otra- —me interrumpió con una cachetada. Instintivamente, llevé mi mano hasta mi cara.

— ¡Ya basta! ¡Te vas a tu cuarto! —me agarró del brazo.

— ¡Dejame! —ordené con rebeldía soltándome de su agarre con fuerza.

— ¡Te vas a tu cuarto, mocosa! —señaló con su índice hacia la salida de la cocina. La fulminé con la mirada, me di la media vuelta y desaparecí por la puerta.

Pasaron algunos minutos y escuché un sonido metálico a través de la cerradura. Me levanté de mi cama de un salto y giré frenéticamente el picaporte.

— ¡¿Qué hacés?! ¡Mamá! ¡¿Te volviste loca?! —grité exasperada— ¡Mamá! ¡Abrime la puerta! —ordené golpeando la madera lo más fuerte que podía, pero no hubo respuesta— ¡Mierda! —solté dando un último golpe cargado de rabia.

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Ahora ya lo entiendo, lo comprendo todo... parece que el encierro no es solo para los criminales y los enfermos mentales, sino también para los que se rebelan por una causa justa.

Yo tenía la culpa de enamorarme de mi mejor amigo. Aunque mi madre tenía razón. Él no estudiaba en la universidad, no tenía una familia normal... en pocas palabras, no era el príncipe que todos querían para mí. Pero, es injusto, ¿para qué quiero a un príncipe si yo no soy una princesa? Me había enamorado de un rebelde, todo lo opuesto a mí.

Yo estaba en un estado depresivo. No quería hablar porque la angustia me invadía casi por completo. No comía normalmente, ya que todo lo que ingería me generaba náuseas. No dormía, pero tampoco podía estar despierta. Los pensamientos por momentos me bloqueaban. El tiempo parecía estar parado, cada segundo era eterno.

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Una semana después...

Por fin un lugar tranquilo. Seguramente, mi rostro se veía sin vida, con oscuras ojeras asomándose por debajo de mis ojos, apenas maquillados con sombra verde mate y un toque de rimmel. Esperaba a Lily, mi compañera de la clase de matemática, pero parecía que no estaba allí, no la encontré en los lugares donde sabía que frecuentaba. Mientras tanto escribía en mi libreta de apuntes.

Mi vida había dado un giro de 360 grados. Todo se volvió tan diferente...

En el último mes, habían sucedido muchísimas cosas, no solo había cambiado mi entorno, sino también mi forma de pensar, mi manera de ver el mundo.

Supe que la realidad es mucho más turbia de lo que imaginaba...

Personas estúpidas y malas, hipócritas que ni siquiera saben si tomar el camino de la luz o de la oscuridad. Otras perversas al punto de ser enfermas, que intentan cambiar su realidad ocultando pasados oscuros y llenos de secretos. Mentes desquiciadas y corazones resentidos de tanto dolor que se vuelve hielo. Almas que van caminando perdidas, sin rumbo, solas por el limbo.

¿Será posible que una persona maquiavélica sea capaz de amar y proteger a alguien?

Estaba tan abrumada...

Como si estuviera en medio de un camino muy largo y oscuro, donde solamente todo es negro y por ende, ya no llega la luz, no hay salida. En ese lugar no hay espacio para los sueños, ni para pensar en los demás, porque cada quién está preocupado por salir de su pozo, de su propio entierro. No les importa cómo, si para salvarse tienen que hundir a otros que están o intentan estar mejor. Lo hacen sin dudar.

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Dos semanas más tarde...

La rabia ya pasó, el odio desapareció, la tristeza se desvanecía poco a poco y mi mente ya comenzaba a aclararse. Yo sabía que el tiempo me diría quién era el malo, quién era el culpable de semejante maldad. Felipe y Zhara querían vengarse de nosotros.

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Pasaron unos días...

Publicación en Facebook ~ 1:26 a.m

"No veo la hora de verte, la espera se hace eterna".

Comentario:

"Pronto nos vamos a ver mi amor".

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Tenía que ser un chiste... No podía ser él...

Enormes lágrimas cayeron por mis mejillas cálidas y enrojecidas. Cerré mis ojos apretando mis labios, quité las frazadas que cubrían mi cuerpo y me senté en el borde de la cama, dejé mi móvil sobre la almohada. Sollocé dejando salir el dolor en mi corazón. En ese momento... mi teléfono sonó alertando la llegada de un mensaje.

Rápidamente, me giré y agarré el celular. En verdad necesitaba hablar con alguien luego del silencio.

Mensaje de Damián:

¡Hey! ¿Cómo estás?

Damián: era un chico que conocí en un grupo de WhatsApp y nos hicimos muy buenos amigos.

Comencé a escribir una respuesta.

¡Ew! Bien... ¿Tampoco podés dormir?

Inmediatamente respondió:

¿Por qué no podés dormir? ¿Pasó algo?

Le conté lo que había leído sin querer y nos quedamos hablando un rato hasta que nos dormimos.

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Todo iba a pasar y ambos seríamos felices...

Cada uno sería feliz por un camino distinto...

Pero sabía que todo esto iba a pasar...

Dramas ParalelosWhere stories live. Discover now