II

6 0 0
                                    

— Pero, ¡Qué idiota fui! —suspiró— Claaro, si vos lo querés a él... —dijo con sarcasmo— ¿Sabés qué? Vos me obligaste a hacerte esto, porque yo te amé de verdad. Te lo di todo, ¡TODO! —dio un paso hacia mí apretando sus dientes, mientras que sus ojos verdes estaban cargados de ira— y vos te cagaste en todo. Te juro que te odio. —tiró de mi brazo con fuerza bruta para girarme y continuar caminando...

— ¡Ay! —me quejé.

Llegamos a una calle oscura, repleta de árboles enormes, y comencé a correr con terror. Corrí hasta que lo perdí de vista. Me detuve unos segundos para tomar una bocanada de aire. Volví a mirar hacia atrás, lo vi caminando desquiciado, era un verdadero asesino en serie. Me paralicé, había perdido todas mis fuerzas como para seguir corriendo...

— ¡SOS UNA MIERDA! —grité con todo lo que tenía. Mi cuerpo no respondía y mi mente imaginaba lo peor. Incluso podía sentir que ya no había escape. Ciro estaba cada vez más y más cerca de mí. Había pensado en fingir un desmayo, pero, ¿y si todo empeoraba? Una persona en ese estado no razona en absoluto. Finalmente, logró alcanzarme...

— ¡Dale, caminá! ¡Caminá! Antes de que se me ocurra alguna manera de matarte, como te merecés, ¡Zorra! —amenazó y volvió a apretarme el cuello. Yo ya había perdido la fe, era un muerto de pie— ¿Te acordás de aquellos golpes en el colegio? —soltó una risa maliciosa— ¿Te acordás de cuando te hacían esto? —me tiró del pelo con una fuerza brutal. Me quejé y mis labios temblaron conteniendo un grito. Las lágrimas volvieron a caer cuando cerré los ojos, solo me limitaba a caminar en silencio— ¿y esto? —apretó mi cuello por enésima vez hasta dejarme sin oxígeno.

Ya no estaba respirando, solo tenía un poco de aire contenido en mis pulmones y aun así me atreví a desafiarlo.

— ¿S-sab-és q-que- —mi voz se escuchaba entrecortada— Ss-i m-me pas-a a-alg-o, v-vos te- v-as a p-pudri-ir en- la- cár-cel? —él me miró como si estuviera repensando algo y me soltó. Me agaché y tosí con mis manos en mi pecho al recibir el oxígeno de nuevo en mi organismo.

— Te voy a matar a vos y a tu familia de MIERDA, pero principalmente, A VOS. —me señaló con el índice y volvió a impulsarme hacia adelante.

— Matame de una vez si sos tan malo. ¡Dale! —alenté parándome desafiante frente a él— No te tengo miedo. —amenacé. De repente recibí un golpe en mi labio inferior y llevé mis manos a mi boca. Me di cuenta de que estaba sangrando un poco, pero no me importó.

— ¡¿Qué dijiste?! —espetó acercándose para darme otro golpe en la cara y fue en ese momento que volví a correr hacia un almacén cercano que de alguna manera mi inconsciente había captado.

Crucé las puertas del lugar y grité para que me ayudaran. Algunas personas que estaban presentes corrieron a buscar a Ciro por todas partes, pero no lo encontraron.

En eso le envié un audio a Dalia llorando explicándole por qué dejé de responder sin avisar, fue la primera persona que se me pasó por la mente en ese momento y luego mi madre; mientras tanto las otras personas que estaban adentro del maxikiosco me dieron la dirección del lugar y me tranquilizaron hasta que se hizo la hora de terminar el trabajo del día.

Me fui a sentar en una piedra que estaba justo en la esquina frente a ese local. Un árbol enorme me ocultaba con sus enormes ramas que bloqueaban la luz de los faroles de las calles.

Mamá no paraba de llamarme para preguntarme exactamente en dónde estaba porque no podían llegar debido a que era un lugar demasiado alejado. Mi amiga en shock. Realmente no sabía qué decirme o cómo calmarme. Ella escuchaba mucho más asustada que yo. En eso, comenzaron a llegar mensajes de él con amenazas.

Te voy a matar zorra, mi cara va a ser lo último que vas a ver.

¿Qué vas a hacer? ¿Vas a correr a contarle a tu amiguito lo que te hice?

— Esto no va a quedar así. Yo te juro que esta vez no me voy a callar. ¿Te pensás que me voy a quedar calladita como siempre? Estás muy equivocado. Yo no voy a parar hasta que me pagues una por una todas las que me hiciste. Ya no lo voy a ocultar más y vos vas a pudrirte en la cárcel, hijo de puta —amenacé con profundo odio, mis manos no paraban de temblar, mi voz era cargada de rencor.

En eso un auto de color negro se estacionó justo frente a mí. Bajó Francisco, el marido de mi madre, con mis tíos y nos marchamos de ese horrible lugar. Cuando estábamos en viaje a casa mis familiares no paraban de hacerme preguntas y me di cuenta de que no recordaba gran parte de la situación.

No lograba recordar cuál era la calle donde se encontraba esa casa, ni cuántas cuadras o veces doblamos, ni cómo era el lugar.

Obviamente que pensaron que yo estaba tratando de evitar que lo golpearan, pero de verdad no recordaba nada más que mi situación en particular. No tuve en cuenta a los detalles, ni siquiera me importaban.

De repente, mi celular no paraba de recibir mensajes y audios.

— ¿Por qué me hiciste esto? Decime, brujita. ¿Por qué? ¡¿Por qué?! —la voz de Ciro se escuchaba desquiciada, fuera de sí— Yo te amo de verdad, boluda. —sollozó— ¡¿Por qué me obligaste a hacerte esto?! —su tono se elevó un poco— pero, ¿sabés qué es lo bueno? —pasó de la tristeza a la emoción en un segundo— que sé a dónde vivís. Vos, tus hermanos, tu mamá, tus abuelos, tus tíos, tus amigos... TU amigo. —el terror comenzó a correr por mis venas una vez más— y los voy a matar a todos... principalmente vos y tu amiguito querido. Pobrecito, va a estar al lado tuyo cuando muera. Porque claro, por TU culpa va a terminar MUERTO y vos también. Que tengas una linda noche, mi amor. —concluyó muy tranquilo.

¡¿Cómo pude estar con este enfermo?!

¡¿Cómo pude presentar a mi familia a este tipo?!

¡Este tipo estaba totalmente loco!

¡Enfermo! ¡Desquiciado!

Me limité a dejarle un solo mensaje. Ya no podía seguir soportando más.

Dejame en paz.

Dramas ParalelosWhere stories live. Discover now