II

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Se hizo la hora de cenar, mejor dicho, el momento de mi tortura. Mamá puso el plato frente a mí. Le di una mirada a la porción de pollo y agarré el tenedor sin ganas. Muy lentamente pinché una papa y la llevé a mi boca.

Mastiqué un par de veces y una sensación de querer escupirla me invadió por el asco que me causaba. Pero yo debía disimular adelante de mis dos hermanos, mi madre y mi padrastro, así que fingí que estaba a gusto con la comida. Aunque por dentro mi estómago pedía auxilio a gritos. Comí algunas papas más y dejé el tenedor sobre el plato.

— ¿No vas a comer? —preguntó mamá casualmente pinchando una papa para acompañar el pedacito de pollo que tenía en su tenedor.

— La verdad es que está todo muy rico... solo que no tengo hambre. Estoy con mucho dolor de estómago. Voy a comer más tarde. —expliqué levantándome de la silla.

— Bueno, pero guardá tu plato en la heladera. —me ordenó y metió la comida en su boca. Asentí levantándome. Caminé y lo guardé. Subí las escaleras hasta mi cuarto y cerré la puerta.

¿Qué estará haciendo Maqui? ¿Se estará preparando para salir? ¿Saldrá a bailar con Josefina?

Pensé mirándome en el espejo. Agarré el celular y mis auriculares que estaban encima de mi mesita de luz y puse Radio Disney, mi favorita. Me tiré en la cama boca abajo. Abrí mi bloc de notas y me dejé fluir entre las palabras que cruzaban por mi mente...

Este año decidí mostrarme como realmente soy,

pero de todas formas siento que algo me falta...

Que la gente no me traicione,

que la voz interior no me falle,

que el odio no me mate,

que el amor me cure y que no me lastime,

que no me corte las heridas profundas,

que la desconfianza no me debilite,

que los miedos no me jueguen en contra,

que mi pasado no me persiga,

que la oscuridad no se apodere de mi alma.

Pero lo que aprendí  a lo largo de todo este tiempo...

Es que esta vez, podrán burlarse de mi apariencia,

podrán reírse de mi dignidad,

pero nunca más lograrán lastimarme,

porque la vida me enseñó a ser fuerte,

fría con quienes intentan hacerme daño,

amable con quienes me tratan bien,

sensible con mis amigos,

emotiva y considerada con mi familia.


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Suspiré, moví un poco la cortina de la ventana situada a mi derecha, deslicé el vidrio, me apoyé en el marco y miré al cielo. Era una noche estrellada. Por mera casualidad, comenzó a sonar la introducción de una canción de mi banda favorita. Era el momento perfecto y casi de manera inconsciente mis labios formaron una sonrisa para mí.

¡Todo era simplemente perfecto!

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Sábado, 20 de abril.

Sonó mi celular...

Atendí la llamada— Maqui, ya estoy por salir. Me termino de arreglar y salgo. —hablé apurada buscando mis zapatillas que estaban abajo de mi cama. Me incliné un poco más en el suelo para estirar el brazo para agarrarlas.

— Hola, ¿Mía? —una voz grave me sorprendió. Definitivamente, no sonaba como mi amiga. Me arrodillé de golpe con mi calzado colgando en mi mano libre, mientras que con la otra sostenía el celular. Luego me puse de pie.

— ¿Ho-hola? —tartamudeé ante la sorpresa. ¿Quién era? ¿Mi amiga había sido secuestrada y yo estaba hablando con el secuestrador?

— Mía, soy Dante. —mi corazón se detuvo y mis zapatillas cayeron al suelo. Realmente no me lo esperaba.

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Dramas ParalelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora