Sábado, 8 de marzo.
— ¿Qué te pasa que tenés esa cara? —habló mi madre preparando el mate.
— Nada. Simplemente... no tengo muchas ganas de ir. Pero tampoco quiero dejarlo solo. —expliqué con mis brazos en la mesa y mi mentón sobre ellos.
— Y si no tenés ganas de ir, no vayas. Él lo va a entender. —ella trató de animarme.
— Es que van a venir sus primos con sus novias y yo tengo que estar también. —solté un suspiro. Una bocina sonó en la calle y ambas nos giramos un poco hacia la ventana.
— Ahí vinieron. Voy a avisarle que ya salís. —notificó levantándose con sus ojos puestos en la calle a través del cristal. Me puse de pie para ir a buscar mis zapatillas y salí.
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Estábamos en el auto de su primo yendo a su casa. Habíamos organizado para cenar juntos y ver unas películas...
Abrí la puerta del coche y me metí en el asiento de atrás. Mi novio esperaba a que yo entrara. Un joven morocho y delgado, sentado adelante con el celular entre sus manos. Lo miré mientras me acomodaba en mi espacio.
— Hola, vos debés ser Jonathan, ¿no? —saludé una vez que me senté. Se giró hacia nosotros una vez que Ciro se sentó a mi lado.
— Hola bonita. Sí, soy Jona. Vos sos Mía... ¿no? —respondió en un tono agradable.
— Claro, la misma. —sonreí con amabilidad— Ciro me habló mucho sobre vos. —comenté.
— Ella es la hija de la mina que hace las mejores pizzas que comí en mi vida. —Ciro añadió a la conversación.
— Ah, cierto que me dijiste que tu suegra cocinaba muy bien —el chico arrancó el coche.
— Vení mi amor, dame un beso. Estás tan linda hoy. —mi novio se acercó y el olor a cerveza golpeó mi nariz. Le di un pequeño empujón para alejarlo— Hey, mi vida... ¡qué arisca! ¿Ya no me amás? —lo miré con disgusto. Otra vez sus ojos estaban enrojecidos.
— Ya. Basta. —lo reté. Sonó un mensaje en mi celular. Lo saqué de mi pequeño bolso violeta— Voy a contestarle a Daly. —informé.
— Amor, ¿qué te pasa? ¿Con quién hablás tanto? Vení. Dame un beso. —su voz era ronca como si recién se hubiese despertado en la mañana. Intentó besarme obligada.
— No. Así no. Deberías tener respeto por tu primo si no lo tenés por vos mismo. —dije fastidiosa.
— Okay, me calmo. —se acomodó en su lugar y continuó hablando con su primo. Yo hablaba con mi amiga por WhatsApp.
Llegamos a una casa enorme, toda de madera.
— ¿Nos esperás acá que vamos y volvemos enseguida? —Jonathan me preguntó casualmente.
— Dale, vayan. No hay drama. —hablé mientras observaba todo a mi alrededor— ¿y los chicos? ¿No dijeron que estarían acá? —solté de repente.
— Los chicos... en un rato vienen, porque viven un poco lejos de acá. —caminó hacia el piso de arriba y luego de algunos segundos volvió a la sala principal— Sentate, ponete cómoda. Estás como en tu casa. —animó amablemente. Ciro salió de lo que supuse que era el baño y salieron.
Me quedé completamente sola, sentada en un enorme sillón de cuero marrón oscuro durante algunos minutos, ya que Ciro y su primo se habían ido a comprar algunas cervezas. Me levanté para recorrer un poco el lugar, el diseño era precioso, la vista era muy agradable.
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