II

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— ¿Qué? —su incredulidad se hizo evidente. Se giró dándome la espalda con sus manos en su cara y luego las deslizó por su cabello oscuro dando algunos pasos desequilibrados alrededor del lugar.

— Sí. —miré al suelo nuevamente. Totalmente en blanco. No se me ocurría absolutamente nada para decir— Te juro que yo no quise que las cosas fueran así, pero- —las palabras salían de mi boca sin poder controlarlas.

— ¡Yo sabía que ese hijo de puta seguía dando vueltas! —me interrumpió cargado de odio— ¡¿Acaso no se suicidó?! ¡¿Por qué no lo hace de una vez?! Solo aparece para manipularte. —respiró con fuerza— ¿Cómo fui tan estúpido? Yo confiando en vos y me venís a decir que —se volvió hacia mí. Tenía una sonrisa maniática— ¡Estás enamorada de él! O sea... yo la verdad que no te entiendo, Mía. Te juro que trato de entenderte, pero... ¡No te comprendo!

— Félix, calmate, te lo pido por favor. Yo sé que todo esto es muy difícil. —volví a hablar.

— ¡¿Encima me pedís que me calme?! Esto no va a quedar así. Te lo juro. —me señaló con el dedo a modo de reproche y se fue. Se alejó dejándome con miles de preguntas sin respuesta.

Me quedé sola.

Me senté en el escalón de la entrada a mi edificio, con la mirada perdida.

¡¿Qué mierda hice?!

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Jueves 24 de agosto.

Fue una bonita tarde de sol luego de la lluvia de la mañana. Por fin lo volví a ver después de casi una semana, lo extrañaba tanto, tanto... con cada uno de sus besos caía más en la realidad y me daba cuenta de que todo era real, de verdad estaba sucediendo y me encantaba que sucediera.

— ¡Todavía no puedo creer que esto sea real! Decime que no estoy soñando. —dije enredando su cuello con mis brazos. Estaba feliz, pero al mismo tiempo sentía mucho miedo a perderlo y tenía la sensación de que algo marchaba mal.

— Lo decís tanto que hasta me lo creo. —se quejó mirando hacia otro lado— En serio, basta. —me miró con cansancio.

— Tenés razón, hay que disfrutar cada segundo. —suspiré bajando la mirada y me separé de él— En un rato oscurece y tengo que volver a casa o van a matarme. Debemos tener en cuenta que mi abuela no sabe nada de esto.

— ¡Hey! Tampoco seas tan dramática. —sonrió juguetonamente enredando sus brazos en mi cintura y sus labios rozando los míos con ternura, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Volví a mirarlo y sentí mis mejillas calientes. Seguramente me había sonrojado.

— No soy dramática. —puse los ojos en blanco soltándome de su agarre.

— Sí que lo sos —soltó una risita y pellizcó mi nariz. Me crucé de brazos fingiendo estar ofendida— Lo estás siendo.

— No. —repliqué.

Dos golpes nos hicieron sacudir del susto y giré frenéticamente en dirección de la puerta. Miré a Dante con nerviosismo, él me sonrió. Busqué a mi alrededor un lugar donde huir.

¡Ya sé!

¡El taller de herrería!

Corrí a abrir una puerta que daba para el fondo, mientras giraba el picaporte lo miré y articulé <<Necesito esconderme>>, él asintió asomándose a la entrada principal. Volvieron a golpear con más fuerza. Dios, ¿Eso era un humano o un monstruo? Crucé y me agaché un poco para estar a la altura de la cerradura para espiar. Dante abrió y un chico alto de piel clara con una camiseta negra entró.

— ¡Hey! ¿Qué estabas haciendo que tardabas tanto? —reclamó insistente mientras caminaba alrededor de la cocina.

— Ehh... yo estaba... en el baño. —Dante se excusó cerrando la puerta y se giró para estar cara a cara.

— ¿Y qué eran esas siluetas que vi a través de la cerradura? —interrogó sin escrúpulos, entrecerrando sus ojos oscuros.

— Debieron ser los gatos —mintió descaradamente mirando al gato beige sentado encima de la mesa— No dramatices. —puso una cara de fastidio.

— Hermano... —se puso de espaldas a mí, por lo que no podía ver sus caras— Si interrumpo algo prefiero que me lo digas y me voy, ¿Ok?

— Los dos sabemos muy bien que-

Alguien entró de un golpe. Ambos se giraron y yo me sacudí nuevamente en mi lugar. Enseguida me sentí aliviada al escuchar la voz de la madre de Dante. El chico alto se movió un poco y pude ver que ella estaba de pie con una mano en el picaporte, mientras que con la otra sostenía una caja.

— ¿Qué? —ella dijo mirándolos a ambos.

— Nada —Dante hizo un gesto con los hombros y continuó hablando con su amigo. La mujer cerró la puerta con el pie sosteniendo la caja.

— Hola Beatriz. —saludó el chico.

— ¡Hola, mi vida! —le devolvió el saludo dejando la caja sobre la mesa y se acercó para darle un abrazo. Luego continuó acomodando unas bolsas con materiales para hacer unos adornos para colocar en sus tortas, ella era repostera.

— Bueno, yo... me tengo que ir. —Dante informó cruzando sus brazos.

— ¿Qué tenés que hacer? —preguntó el chico.

— Tengo que... mmm... —hizo una pausa— Necesito materiales.

— ¿Te acompaño?

— No, gracias. —Dante se rascó la nuca.

— ¿Para qué lado vas?

— Para allá. —señaló a su derecha haciendo un gesto con la cabeza.

— Yo también, ¿Vas a ir ahora o después? —insistió.

— Voy más tarde. —respondió tajante.

— Te paso a buscar.

— No hace falta. —negó con impaciencia.

— ¿A qué hora vas? —dio por aceptada su auto-invitación.

— En serio, no-

— Hijo querido —la voz de su madre interrumpió, para convertirse en la salvación divina— Necesito que me ayudes con unas cosas que tengo que comprar.

— Sii, obvio. Yo te ayudo. —aceptó desesperadamente amable mientras caminaba con paso rápido hacia ella, tratando de deshacerse de su amigo. Sabía que iba a ponerse insufrible ni bien sospechara algo. El joven se sintió ofendido, pero se quedó en silencio.

Octavio, ¿Vos tenés algo que hacer? Porque mi hijo va a estar muy ocupado por hoy. —la señora anunció.

— Yo... —su celular sonó interrumpiendo su respuesta— Justo me tenía que ir. Hasta luego. —caminó y salió. Ellos se miraron y se rieron con discreción. Yo abrí lentamente la puerta para asegurarme de que no hubiese nadie ajeno a nosotros.

— ¡Gracias má! —él le agradeció formando una sonrisa genuina. Imité el gesto.

Tomamos nuestras mochilas y salimos por el patio trasero para que nadie nos viera salir juntos. Todo era muy complejo como para tener que lidiar con los rumores sobre nuestra situación. Necesitábamos paz.

~~~

Caminamos por un pequeño puente de madera que nos llevaba hacia el otro lado del río de la ciudad. El agua reflejaba las nubes en el cielo azul, mientras que el viento fresco formaba pequeñas olas. El sol del atardecer pintaba en tonos naranja todo a su paso. Nos sentamos en la orilla con los pies colgando, abrazados y en completo silencio. Solo esto me bastaba para ser feliz.

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Dramas ParalelosWhere stories live. Discover now