𝐘𝐀𝐈𝐋| "You can hear it in the silence, you can feel it on the way home... 𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒊𝒏 𝒍𝒐𝒗𝒆. 𝑻𝒓𝒖𝒆 𝒍𝒐𝒗𝒆".
|| Charles Leclerc se enamora de su mejor amiga, sabiendo que es un gran paso en su camino que siempre estuvo trazado del...
—chapter thirty-six: and i might be okay, but i'm not fine at all—
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
19 de agosto del 2021
Maranello, Italia.
DESPERTÓ SINTIÉNDOSE DESORIENTADA al notar un techo blanco con un candelabro dorado colgando de este, gruñó cuando se dio la vuelta para enderezarse, sus cuerdas vocales le dolían horrores y tenía un dolor de cabeza que la ponía de mal humor.
Se enderezó notando la sala echa un desorden, recordó lo que había pasado el día anterior y se dejó caer al darse cuenta que nada había sido un sueño, su padre había muerto.
Sollozó nuevamente sin poder contenerlo, aunque esto al final del día le dejara con un dolor peor.
Se pasó las manos por el rostro tratando de detener el llanto, pero no pudo y dejó que siguiera por algunos minutos hasta que su cuerpo se cansó, suspiró viendo aquel candelabro dorado que tantos recuerdos de su infancia le traían.
Ayer había notado que su padre no había cambiado nada de nada y le pesaba la simple idea de imaginárselo caminando por aquellos lugares sin redecorar nada y recordando todo.
Observó el reloj en su mano dándose cuenta de que era tarde, las diez de la mañana y el abogado vendría a las doce, agarrando todas sus fuerzas se levantó bufando al notar todo el desastre, ayer sí que había tenido un ataque de ira.
Se volvió a pasar las manos por el rostro, pero ahora de frustración.
― Dios, que desastre hice ― murmuró quitando sus manos de su rostro mordiéndose el labio inferior mientras observaba toda la sala.
― De eso nosotros nos encargamos ― escuchó una voz detrás de ella que la hizo voltear de inmediato con el corazón latiéndole rápidamente del susto.
Se encontró con una mujer de mediana edad, con ojos cafés y piel morena junto a una sonrisa agradable y traje hecho a la medida.
― Disculpe ¿quién es usted? ― preguntó confundida, pasándose las manos por su falda negra para intentar alisar aquella.
― Carolina Swift ― le sonrió con un acento estadounidense. ― Soy la encargada de mantener el orden en esta casa, bueno, era...
Ambas guardaron silencio, Isa se removió incómoda mientras sus tacones sonaban por la estancia, ni siquiera en sus peores momentos se los quitaba. ― Bien, te agradecería que limpiaran mi desastre, luego se los recompensaré.
― Señorita D'Angelo, no tiene que recompensarnos nada, es nuestro trabajo.
La cantante le dedicó una mirada llena de gratitud y sorpresa al saber que conocía su nombre, pero no discutió nada, recordaba haberla visto vagamente en los rostros desconocidos que habían pisado la ceremonia fúnebre el día de ayer.