Capítulo 33

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( Para las personas que dicen que les aparece "error de conexión" al momento de abrir la historia desde la biblioteca, mejor metanse a leerla desde mi cuenta o desde el buscador para más fácil)

《Desconocido》

—¿Ya le inyectaste el líquido a Azael?— Pregunta la Doctora Walis, a Linder.

—Así es, Diana nos avisará cuando ya despierte.

—¿Quién es Diana?— Pregunta curiosa, Walis.

—Una de las enfermeras encargadas de su cuidado.

—¿No se supone que el líquido se le inyectaría en una semana?

—Tenía planeado hacerlo... Pero era muy necesario hacerlo ahora.

—¿Por qué?— comencé a tronar mis dedos, eso solo lo hago cada que me pongo nervioso.

—Porque cierta persona acaba de llegar.

Que no sea quien me estoy imaginando.

—¿Cómo lo sabes?— tomo una de las tabletas y me pongo a revisar la información.

—Solicito verme en la mañana, creí que solo era una broma y cuando llegue... Vi su figura, era ella, regreso.

Las punzadas en mi cabeza no me dejaban pensar.

—¿Y por qué ahora? No sé supone que ya no regresaría después de lo que sucedió hace años.

—Según si, pero alguien la llamo y le informo todo lo que estaba pasando, aún no sé quién fue la persona que la contactó.

Walis no decía nada, solo se dedicaba a mirarnos en absoluto silencio.

—Debemos prepararnos para lo que se viene, si ella regresó significa que...

El Doctor, Leiner, no me dejo terminar de hablar.

—Sí, sé lo que significa con su llegada.

Justamente cuando creí que ya nada pasaría, me dan estas noticias.

*

《Perséfone》

Azael estaba muy alterado, los chicos trataron de tranquilizarlo, pero no pudieron, la única forma de poner todo en calma era llevándomelo a un lugar alejado de aquí para hablar a solas y que ya no siga causando más desastre.

—Azael, trata de calmarte—. Alan intentó tomarlo de la espalda, pero él con un movimiento brusco se hizo para atrás.

—No me toquen.

—Entonces cálmate.

—¡A mí nadie me dice que me calme!

Azael se acercó a mí y me abrazó, eran de esos abrazos muy sobre protectores.

Mi paciencia ya se estaba agotando.

—¡Basta! — fue tan intenso mi grito que todos en la sala voltearon a verme —¡pareces niño pequeño, Azael! Si no te calmas te juro que me largaré de aquí.

Y como un niño pequeño que acaba de ser regañado por su madre, obedeció.

—Está bien, ya me calmo... Perdón.

La felicidad que sentía y el estrés, se me fueron acumulando.

—¿Cómo fue que despertaste? Si los Doctores dijeron que estabas muy delicado.

Joyas de Guerra ©Where stories live. Discover now