Capítulo 37

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Maratón 2|3

Sin sexo no hay diversión

Capítulo con contenido +18

Azael y yo fuimos los últimos en irnos de la mansión de sus primos. En todo el camino él venía sonriendo, pero era de esas sonrisas que pone uno cuando esta a punto de hacer una maldad.

—Deja de sonreír —suelto, sin dejar de mirarlo.

—Perséfone —me llama Azael de la manera más suave y amable que acostumbra—. Necesito, requiero y te imploro que ya me dejes estar dentro de ti. Es injusto que me dejes con las ganas.

¡Por todos los astros, que descarado es!

—¿Así solo lo dirás?

Detiene el auto a media carretera.

—¿Y como quieres que te lo diga? —se gira de su asiento para verme —querida novia, ¿me da permiso de ingresar mi pene en su linda vagina?

Respira, respira...

—¿Entonces tu idea es que tengamos sexo aquí en el auto de tu primo?

—Exacto. Aquí en el auto y también llegando a la base. Ya sabes, sin sexo no hay diversión.

Que alguien venga y le quite esos pensamientos a este pobre hombre.

Tomo un poco de aire. Me quito el cinturón de seguridad y me voy hacia él, colocándome arriba de sus piernas en una posición muy comprometedora.

Yo también he tenido ganas, pero me las tenía que aguantar.

—No creí que aceptarías así de fácil —sonríe.

—Solo cállate.

—Lo que tú órdenes.

Me toma del rostro y junta sus labios con los míos en un beso desesperado. De esos besos intensos que hacen demasiado ruido por la intensidad generada en ese momento.

Comenzó por desabrochar la parte trasera de mi vestido, mientras yo iba desabrochando los botones de su camisa.

—Si nos llega a ver alguien... —digo a medias, con la respiración toda agitada.

—No sé si te diste cuenta, pero este auto trae todas las ventanas polarizadas.

Cierto, no le había puesto tanta atención a ese detalle.

Seguimos con los nuestro. En ningún momento separamos nuestros labios, Azael termino de quitarme el vestido corto de un jalón y yo de quitarle su camisa. Hasta este punto la tensión que teníamos ambos estaba en su punto máximo, mi corazón latía con demasiado fuerza y mi respiración se iba haciendo cada vez más descontrolada.

—Desabróchate el pantalón —apenas y pude lograr decir eso.

Azael solo sonrió. Sin tener que repetirlo dos veces, lo hizo. Bajo la cremallera de su pantalón y un gran bulto entre sus boxers amenazaba con salir disparado. Mis ojos estaban completamente deleitados ante tan maravillosa escena que tenía de bajo.

Joyas de Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora