Capítulo 35.1

23.9K 1K 187
                                    


[No es de tu incumbencia]

Clara

El castigo que nos había puesto Azael, era un tanto estúpido, pero en su punto tenía razón en ponernos a limpiar todo el desastre que causamos. Mentimos en que no sabíamos que eran las bombas, era muy evidente que las conocíamos, solo lo dijimos eso para librarnos de una regañada o castigo, lo cual no funcionó.

—Debieron ayudarnos, esto es demasiado trabajo —se queja el hermano mejor de Azael.

—Fue nuestra culpa —replico—, nosotros causamos todo este desastre.

—Si Alan le dice a mis padres estaré más en problemas.

Ivar se sentó en un tronco de madera, nosotros también hicimos lo mismo.

—Si mis padres se enteran de que me escape de casa para venir a ver a mis hermanas, me castigarán hasta el día en que me muera.

—Hasta eso mi padre es un poco flexible —el único calmado de los tres, era Vidal.

—¿Qué hacen sentados? —la voz de Nico hizo que pegáramos un brinco del susto—. Aún no terminan de recoger.

Cada que lo veo o cada que está cerca de mi hermoso cuerpo, mi corazón late sin control.

Es demasiado lindo, tiene una belleza excepcional, lástima que es un completo imbécil.

—Ya casi acabamos, solo nos sentamos un rato a descansar —alego, ganándome una mala mirada de él.

Tenía una mirada exageradamente intensa, que con solo verlas por varios microsegundos ya te temblaban las piernas.

—Nada de descansar, se les ordenó recoger todo.

—Y yo ya te dije que ya casi terminamos —ambos hermanos se mataron con la mirada.

—Quiero todo esto recogido en una hora.

Antes de irse, le respondo:

—Por lo menos manda a alguien para que nos ayude.

Nico se volteó de nuevo a mí, esta vez con una sonrisa.

—¿Algo más que se le ordene a la princesa? —finge hacer una reverencia.

—Una botella de agua, si no es mucha molestia.

Se acercó a mí, estábamos a centímetros cortos de distancia. Yo alzo mi cabeza para poder mirarlo mejor y él la hace para abajo.

Me sacaba casi dos cabezas.

—Ustedes lo hicieron, ustedes lo recogen.

—Solo llama a quien sea para que nos ayude a levantar las tablas, están muy pesadas.

—Vidal e Ivar pueden hacerlo.

—Son demasiadas, ellos no podrán solos.

—Eso es su problema.

Se da la vuelta y se retira. Vidal le comenzó a soltar groserías a lo bajo.

—Ni modo —tomo una de las tablas —nos tocará levantar todas esas tablas pesadas.

Joyas de Guerra ©Where stories live. Discover now