Capítulo 34

25.7K 1K 393
                                    


《Noticias inesperadas》

Estela me pidió que la acompañara a comprar algunas cosas, el lugar estaba cerca del hospital así que no habría ningún problema con ir. A demás en unos minutos tendríamos una junta.

—Perséfone ¿Qué color de lencería te gusta más?— me pregunta Estela, viendo toda la sección de ropa interior.

—Roja, rosa, azul oscuro, blanca y negra.

—Descubiertas o no tan descubiertas.

—Ambas.

Le paga a la señorita de la caja y salimos de ahí con varias bolas, ninguna era mía, todas eran de ella porque yo solo vine a acompañarla, ya tenía demasiada ropa interior como para andar comprando más.

No tardamos ni diez minutos, fue demasiado rápido la ida. En estos momentos me encontraba feliz, Azael ya me había presentado ante todo su familia, lo mejor fue que todos ellos me amaron, más que Azael, era tan evidente eso.

Dejando ese tema de lado, me fui a la sala de espera a buscar a mi hermana y solo me encuentre a mi adorado hombre revisando unos papeles.

—¿Nos has visto a mi hermana Aleen?

Me acerco al abrazarlo por detrás, al darse cuenta de mi presencia se giró y me tomó de las mejillas para besarme.

—Están en la cafetería.

—¿De qué son los documentos que estás revisando?

—Son los documentos que recuperaron los chicos hace unos días —deja un corto beso en mi frente.

—¿Todavía no comienza la junta?

—Como en cinco minutos. Por cierto, Mónica vino a buscarte y me dijo que necesitaba hablar contigo.

¿Mónica? De seguro se ha de ver arrepentido por todo lo que me dijo. Aunque si me deja mis dudas de que me esté buscando.

—iré a verla, ahorita llego con ustedes.

—Como tú digas.

Vuelve a darme otro beso.

—Regreso rápido.

Al girarme, la palma de su mano se estrelló contra mi trasero haciendo que diera un brinco de sorpresa.

—Maldito pervertido.

—Tú me insistas a serlo.

Seguí mi camino, no me costó mucho encontrarla. Solo estaba a un pasillo de distancia platicando con el castaño.

—¿Para qué me buscabas?

Me sorprendió un poco saber que Mónica quería hablar conmigo, pensé que después de todo lo que pasó en la cafetería no tendría ni ganas de verme, que equivocada estaba.

—Necesito hablar contigo.

Sus nervios la podían delatar.

—¿Sobre qué? —tenía mi mirada directamente a la suya.

—Donovan, nos dejarías hablar a solas.

El chico de pelo castaño nos miró a ambas.

—Está bien.

Se retiró por el pasillo y solo nos dejó a las dos en un silencio medio incómodo.

—¿Y bien?

—Quiero pedirte disculpas por todo lo que te dije, a veces no mido mis palabras y digo puras incoherencias. También por decirte mojigata y todas esas cosas tan denigrantes, fue muy infantil e inmaduro de mi parte.

Joyas de Guerra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora