Capítulo 31

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—¿Quién era ese tío?

Jason me miró de reojo. 

—Nadie.

—Compañero, te falta un poquito más de expresividad —bromeé, pero al momento ejercí de amigo preocupado—. ¿No estarás metido en líos raros? Como Dory se entere de que tienes montado algún negocio chungo, no cuentes con otra oportunidad por su parte. No quiere ensuciar la reputación del local. Para ella, esto es sagrado.

—Cierra la boca —farfulló sin apenas articular—. No es tu puto problema.

—Sí lo es, y tuyo también si no quieres perder este trabajo.

Su cara tornó fugazmente hacia mí.

—¿Acaso tú vas a contarle sobre esto?

—No, si no hay nada que contar.

—Y no lo hay.

—Entonces, ¿quién es?

—Un tipo que conocí y que no te importa una mierda.

—¿Y? ¿Qué quería de ti? Venga, Jason —me apoyé en el borde de la encimera—, suelta prenda.

—De mí nada. En realidad, le interesaba lo que ocurrió entre tú... —hizo un inciso y meneó la cabeza—: Entre un tipo con el que me topé anoche y yo.

—¿No te ha dicho por qué? 

—¡Jason, mueve el culo y atiende las mesas! —exclamó Caroline desde el extremo de la barra.

Jason sacó la libreta y el lápiz del fondillo frontal del delantal y me rodeó para salir por el reducido recuadro del mostrador.

—No —contestó alejándose—, pero ya es la segunda vez que me pregunta por él.

¿Quién era ese tipo?, me pregunté mientras fregaba la vajilla acumulada.

Que yo fuera su peculiar fuente de curiosidad me acarreaba un serio problema.

Si quería continuar con mi juego, si quería ver cómo la policía se desesperaba buscando una aguja en un pajar, tenía que silenciar a Jason.

*

El atardecer desplegaba su oscuridad. Las farolas de las avenidas ensombrecían los ángulos fuera de su radio de fulgor. Esquinas desiertas y callejones tapiados se convertían en lugar de reunión de ratas y moradores nocturnos.

En el segundo exacto en que el reloj marcó el final de su turno, Jason se largó sin mediar palabra. Tomó la acera en dirección oeste. Aparcaba la moto en una de las calles sin salida cercanas.

Andaba sumido en sus pensamientos, por lo que no era consciente del rumor a sus espaldas. Se esforzaba en establecer un punto de conexión entre el hombre que lo abordaba en todos lados y aquel con el que había confundido a su compañero de trabajo. Estaba enfrascado en las reminiscencias de aquella noche. 

Se detuvo al costado de la moto con el casco sujeto en las manos. No se lo puso. Suspiraba. La penumbra que creaban los tres muros de ladrillo opacaba la mitad de su cuerpo. Me dio la impresión de estar frente a un indefenso cervatillo que cree que el mundo es un lugar seguro y no un comedero a favor de la selección natural. Y en las condiciones actuales, Jason estaba en el centro de un cepo mortal.

No tuvo tiempo de reaccionar. Un golpe en el occipital le hizo tambalear hacia adelante. La sangre comenzó a tiznar su cabello y a surcar por la franja de piel de su cuello. Desorientado, afectado por la localización de la contusión, se encorvó sobre la moto para sostenerse. 

Lentamente, degustando el espectáculo, me dispuse en un ángulo que le obstaculizara el reconocimiento de su agresor y di un suave empujón a la pata que soportaba la moto. La pesada maquinaria se derrumbó propiciando la caída de Jason. El casco rodó hasta mis pies.

El asesino de personalidadesWhere stories live. Discover now