Capítulo 42

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AVISO* (contenido +18)

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—¿¡Quiénes eran esos hombres?! ¿Qué querían de ti?

El asombro había pasado a segundo plano. Internamente, estaba igual de confuso que cinco minutos antes, cuando los brazos de Ava me envolvían y yo solo podía contemplar desde las alturas el alivio que esbozaba al encontrarme de cuerpo entero.

—Unos amigos.

Ava compuso un sonido de reproche.

—¿Amigos? ¡He estado a esto de llamar a la policía! —exclamó—. Pero me habrían tomado por loca, obviamente. Me has tenido muerta de miedo, Oliver. ¿Amigos? —repitió, incapaz de concebir esa idea.

La conversación se había trasladado al salón. Sentados en el sofá, uno enfrente del otro, aparentábamos ser conocidos de toda la vida.

—Unos amigos especiales —incidí en el calificativo.

—Entiendo... —Ava se miró las palmas de las manos un segundo, luego descaminó la vista por la estancia—. No puedes o no quieres hablar del tema.

—Muy sagaz.

—Está bien, no soy quién para obligarte a ello, aunque me muera de ganas por saber qué es exactamente lo que he visto.

—¿Aún no puedes ponerlo en palabras?

—¡Oh, claro que puedo! Yo a eso lo llamo secuestro. Lo que me gustaría saber es cómo lo llamas tú.

—Amistades insistentes.

—Eres un mentiroso, Oliver Lauder.

—¿Aún no te habías dado cuenta de eso?

Ava se levantó, cruzó los brazos encima del pecho y circuló hacia el balcón. En su pose percibí cierta molestia. La contemplé sin inmutarme, pero una sensación oprimente me empujaba a elaborar una sarta de justificaciones con el propósito de hacerle sentir mejor. De subsanar mi imposibilidad de ser franco con ella, ya fuera por la bala que tenía registrada mi nombre o la faceta que había aprendido a esconder hacía años. Ambas alternativas conducían a la misma conclusión.

—Soy una inconsciente, ¿verdad? —murmuró.

Me levanté, adecuándome a una distancia considerable de ella. Ava me miró con una mueca triste.

—Por seguir intentado conocerte cuando tú ya has dejado claro tus sentimientos hacia mí.

—No soy quien crees que soy.

—¿Y quién eres?

—Todavía no te rindes, ¿eh?

Ava dio un paso adelante. Su iris amarronado se fundía con mi gris mortecino. No lo repudiaba; parecía querer descifrar el misterio que había tras ellos.

—No soy un hombre bueno para ti.

—¿A qué te refieres?

—He hecho cosas que catalogarías como crueles.

—¿Las has hecho tú? —formuló, poniendo en tela de juicio mi participación directa en unos acontecimientos que ni podía llegar a figurarse.

—He dejado que pasen —admití.

—Eso no es lo mismo.

—Pero se le parece bastante.

Silencio. La sinceridad abría las puertas a la duda y, con ello, a la evaluación de alternativas. Ava valoraba si había hecho lo correcto visitando al hombre por el que se sentía atraída. En el intervalo de treinta segundos en el que estuvimos callados, habría considerado un sinfín de posibilidades sobre la crueldad a la que yo hacía mención. Su decisión más acertada habría sido coger la puerta y perderme de vista para siempre.

El asesino de personalidadesWhere stories live. Discover now