Capítulo 49

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La quinta llamada desviada al buzón de voz. El pitido de conexión volvió a demorarse unos segundos. Con las primeras palabras entonando un nuevo fracaso, colgó y lanzó el móvil sobre el escritorio.

—Será cabronazo.

Actuar como una buena samaritana había sido cavar su propia tumba, se maldijo Turner. Ahora sentía el esguince de su garrafal error. 

Sus ojos se desviaron del móvil a la puerta del despacho. 

—Turner, tenemos que hablar.

Trató de aparentar normalidad mientras lidiaba con un sinfín de suposiciones. Los servicios informáticos habían instalado programas espía en todos los agentes del equipo relacionados con el caso. Antes de prestar apoyo a Oliver se había asegurado de tener vía libre, pero un descuido podía haber dejado abierto algún acceso que arrojara a la luz su implicación.

—Por supuesto.

Anderson se instaló delante de la puerta con extrema formalidad.

—Tenemos un problema. Es Oliver.

—¿Ha ocurrido algo?

—No estoy aquí por una visita de cortesía —confirmó con aspereza—. Ha desaparecido.

—¿Cómo que ha desaparecido? 

—Su móvil está inoperativo. Pero eso no es lo más alarmante. En las cámaras de vigilancia de su ático no hay signos de movimiento.

—¿Qué quiere decir con eso?

Anderson se ajustó la corbata. Daba la impresión de que lo hacía para evitar perder la compostura.

—Las cámaras no muestran cambios en las habitaciones. Ni un solo desajuste desde hace más de doce horas. El equipo instalado frente al edificio no notificó ninguna anormalidad durante ese mismo periodo de tiempo.

—¿Entonces?

—Estoy esperando noticias de los SWATS que he remitido a la zona para que comprueben qué demonios está pasando. Lo crucial era el domicilio, de lo que ya he sido informado. Han tirado la puerta abajo. Oliver no está, pero la realidad de su hogar tampoco concuerda con las imágenes que han llegado a la central.

La agente Turner ancló las manos al borde de la mesa. Debía haber dado mayor importancia a la petición de Oliver.

—¿Qué tiene en mente?

—Ojalá me equivoque, pero conozco la psicología de ese hombre como la palma de mi mano —bufó—. Deduzco que ha investigado por su cuenta en el domicilio de Maiden Pears, asunto que nos va a joder el caso si el juez se entera de que hemos incumplido la cadena de mando. Que, por cierto, ese es otro problema añadido. No hemos hallado datos de carácter personal del hombre al que Oliver acusa de ser AP. Nada. Su número de la seguridad social ha sido eliminado.

—¿Y cómo se desplazó hacia la casa de ese chico si su coche tiene un chip rastreador?

—Eso es porque su coche sigue en el garaje —reconoció Anderson—. Ha sido listo, el muy cabrón. El problema está, Turner, en que no tenemos información del paradero de dos hombres: ni de Maiden Pears ni de Oliver Lauder. Y no me fio de ninguno. Tenemos que encontrarlos como sea.

Cerró los ojos tomando una larga inspiración.

—¿Algo que deba comentarme, Turner? 

—Sé que he infringido el protocolo, pero Oliver...

—Contactó con usted —la interrumpió.

—Quería que le facilitara una dirección. Eso es todo.

El asesino de personalidadesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang