Prefacio

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—¿La fiesta comienza ya, caballeros?

Con su tono de voz característico, Fyodor Dostoievsky saludó; alzó su cabeza solo un poco, imponente, haciendo temblar a los hombres presentes que lo miraban incrédulos. Aquella sonrisa era del tipico triunfador que se mostraba ante sus enemigos después de hacerles creer que ya no molestaría jamás en sus vidas.

El siguiente hombre, también se quitó la máscara que iba a juego con la de su acompañante; ojos azules apagados, serio: un chico que se esforzaba en la medida de lo posible por mantener cierta distancia con el ojivioleta que lo mantenía enganchado a su brazo.

—Nos vemos nuevamente, Dazai.

Chuya Nakahara dijo con cierta emoción cuando el oyabun de Port Mafia se abrió paso a través del círculo de protección que formaban sus ejecutivos. Después de un año de un destino verdaderamente incierto, los latidos de su corazón se aceleraron por ver a aquel hombre que tanto deseaba.

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Su cabeza dolía, y para su desgracia, fue la razón por la cual abrió los ojos; miró hacia lo primero que sus ojos apuntaban, pero sólo era una pared rosa melocotón. Llevando hacia atrás su flequillo, suspiró con pesadez, y miró al otro lado de la cama, el cuerpo de alguien estaba ahí.

Pasó saliva, ¿aún era cierto lo que había vivido la noche anterior? Cabellos rojizos se esparcían por la almohada, y con mucha tranquilidad, el chico que yacía acostado en ese lado dormía. Jaló la sábana para cubrirlo hasta los hombros, y suavemente acarició sus mejillas con los nudillos.

Volvió a pegar la cabeza contra la almohada, pensando en alguna cosa mientras miraba hacia el techo. Estaba en una habitación de hotel, el como había terminado ahí era simple: unas cuantas copas de alcohol en su sistema y un omega ansioso por él. De alguna forma, ese chico había logrado separarse de su molesto acompañante, solo bastaron unos minutos para que el calor entre ellos comenzara de nuevo.

Habían tantas preguntas en la cabeza doliente de Dazai, pero le era imposible concentrarse. Quizá debería dormir un poco más y esperar a que todos tuvieran la cabeza fría para comenzar a cuestionarse y encontrar respuestas. Lo que más importaba en ese momento, era que Chuya —su omega, esposo y madre de sus hijos— estaba de vuelta.

Se movió un poco sólo para buscar su celular, 40 llamadas perdidas de Ryunosuke Akutagawa —su consejero— estaban en la barra de notificaciones, y uno que otro mensaje de parte de los ejecutivos. Con calma, revisó cada uno y pensó que lo mejor sería darles aviso de su paradero cuando saliera del hotel.

Inmediatamente, el pelirrojo —que antes dormía— le arrebató el celular suavemente y lo dejó en la mesa de noche en su extremo de la cama; sonrió travieso y se colocó encima del alfa, como si lo montara, llenando de besos sus labios.

—No hables con nadie ahora. Sólo quédate conmigo, ¿sí? —susurró.

—¿Cómo me podría negar si lo pides así, Chibikko? —acarició la espalda del omega.

—Tengo una mejor idea, no te muevas...

Sin remover la sonrisa de su rostro, el pelirrojo bajó hasta la altura del miembro del alfa y lo sostuvo con sus dos manos, acariciándolo; se relamía los labios, su mente empezaba a perderse en pensamientos lujuriosos y, pronto, lamió toda la extensión como si se tratara de un caramelo.

—Vaya, ¿amaneciste de humor? —el alfa cuestionó, conteniendo un gemido.

—Huh, te extrañé. Es normal que quiera tener sexo contigo, idiota.

Unbreakable | Soukoku - Omegaverse | BSDWhere stories live. Discover now