Epílogo

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El viento agitó suavemente su cabello, apretó los puños dentro del abrigo y sonrió levemente a la lápida que tenía frente a él.

-Estarás contento por tenerlo bajo tus pies aún muerto, ¿no? -una voz que se le hizo familiar se escuchó detrás de él.

-Tenerlo bajo mis pies, como dices, es exagerar. ¿No deberías ser tu quién se sienta atormentado por traicionar a su hermano, bastardo? -se burló.

-Escúchame muy bien, Chuya Nakahara -pegándose a la espalda del omega, Andréi Dostoievsky susurró cerca de su oído-. No eres tan poderoso como crees, dudar de nuestra fuerza te enviará bajo tierra; no cantes victoria, porque cuando te descuides he de rajarte el cuello, no sin antes tomarte y marcarte, ¿me entendiste?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Chuya, apenas pudo pasar saliva; la advertencia de Andréi iba en serio, podía imaginar incluso el tipo de expresión que tenía, pero voltear o incluso huir no eran una opción. Sólo apresuraría su muerte.

Jalando de los cabellos rojizos, se aseguró de que el omega le viera la cara y con dureza dijo, -Hazle saber a tu oyabun que la guerra no ha terminado; esto sólo es el principio. Reclamaremos la mafia rusa y Yokohama como nuestra, y vengaremos la muerte de nuestro padre, así tengamos que matar a toda la yakuza, pechirrojo.

Sus dedos se aferraron a los mechones del pelirrojo, causando que esté gimiera de dolor; sus ojos azules, rebeldes, se resistieron a caer ante la amenaza, intentando hacerle saber al alfa y único sobreviviente del clan Dostoievsky que no le tendría miedo ni aunque lo mantuviera prisionero.

Sin embargo, Andréi se deleitaba con la afligida expresión del omega; se relamió los labios y olisqueó el cuello del indefenso hombre, disfrutando de su fragancia, lamió la extensión y sólo se divirtió rozando sus dientes en la zona erógena que sentenciaría a Chuya. Para buena suerte del omega, el ruso lo soltó y se alejó cinco pasos hacia atrás.

-Más te vale que hagas llegar mi mensaje. Aunque preferiría sorprenderlos a todos, solo como los rusos sabemos hacerlo.

Rio a carcajadas, causando la incomodidad de Chuya.

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-Te extrañé -dijo entre besos, enredando a ambos con la sábana.

-Oe, dijiste que solo dormir -intentó alejarlo haciendo presión en su pecho.

-Si~, pero cambié de opinión. Tu llegada coincidió con mi celo, quiero tenerte ahora -mordió el lóbulo de la oreja del omega.

Chuya emitió un jadeo, las feromonas de Dazai -ese embriagante y exquisito olor a Slivovitz- estaban aturdiendolo, más de lo que recordaba. Lentamente cedió a las caricias, repitiéndose a sí mismo que también había extrañado la cercanía de Dazai.

Aquellos besos, que en principio eran juguetones, se volvieron apasionados; el pelirrojo ya no tenía escapatoria del alfa que se acomodaba encima de él y suplicaba su atención.

Ya era imposible negarse, Chuya sabía que una vez que Dazai tomaba el control de la situación, no tenía más remedio que ceder a sus impulsos; bien decían que, "flojito y cooperando", y más le valía no resistirse, no tenía idea de como reaccionaría el alfa a eso.

No supo en que momento, porque los besos que -odiaba admitir- disfrutaba tanto le hicieron perderse, la parte inferior de la ropa se le fue despojada; el roce del miembro de Dazai con el suyo le arrebató un sonoro y vergonzoso gemido.

Unbreakable | Soukoku - Omegaverse | BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora