Otra parte de la historia: Canario

211 28 11
                                    

Dobroye utro, petirrojo —saludó el ruso desde las rendijas de las puerta de hierro—. Debo decir que, aún cuando tienes dos meses estando encerrado aquí, sigues luciendo sexy.

Chuya, sentado en un banquillo al fondo de la habitación, no hizo el intento de siquiera alzar su mirada para ver al hombre que —parecía— se burlaba de él.

—Tu jaula luce un poco lúgubre —miró hacia adentro, curioso—. ¿Ha estado comiendo y bebiendo agua?

—Le hemos traído tres veces al día como lo ha ordenado, pakhan. Pero se niega a dar bocado alguno —respondió un hombre desde afuera.

—Ese es un gran problema; necesito que te apresures y entres en celo y continuemos con nuestros planes, petirrojo. He escuchado que para que eso suceda, tienes que tener una buena alimentación. ¿O es que acaso...?

—Púdrete —finalmente se dignó a responder el omega.

Fyodor sonrió de lado al escuchar esas palabras. Estiró su mano, solicitándole al hombre que custodiaba la puerta que le diera la llave; el llavero resonó perfectamente cuando cayó sobre la palma de su mano. Sin embargo, llegó a la conclusión de que castigarlo ahora no era una buena idea, debía actuar más razonable que él.

—Hah —suspiró—. Petirrojo, sólo tienes que decir las palabras mágicas si quieres salir de aquí. Ríndete, es lo único que te queda. Dazai-kun no vendrá por ti y si aún mantienes esas esperanzas, me aseguraré de que la realidad te de un golpe terrible. Mírate ahora, eres como un canario... un canario que no puede cantar y que se quedará sin alas.

Regresó las llaves al hombre mientras daba la media vuelta para retirarse; en ruso, dio indicaciones y sin decirle nada más al omega que mantenía en cautiverio, se fue.

*:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧ *:・゚✧

Dios no existe, Chuya se convencía de ello cada segundo que pasaba en aquella triste prisión. Porque de existir, no permitiría que el ruso lo mantuviera ahí, le tendería la mano y le otorgaría la salvación.

De todos modos, nunca entendió cuál es la misión de Dios en el mundo; hambre, guerras, muertes... todo ese tipo de cosas que hacen colapsar al mundo seguían ocurriendo sin importar cuánto el hombre se aferrara a esa deidad.

Pensándolo bien, él mismo, Chuya Nakahara, nunca sintió la necesidad de rezar y suplicar por un milagro; siempre vivió el día a día, aceptando el destino que la vida misma le tenía preparado.

Pero por alguna extraña razón, en esos ratos donde sentía que tirar la toalla definitivamente era la única salida que le quedaba, su espíritu se llenaba de coraje y valentía, motivándolo a seguir adelante... haciéndole desbordar de fe.

Y en ese instante, era como se sentía.

Sentado en el mismo lugar, sostenía el crucifijo que Mijaíl le regaló antes de ser atacado por su propio hermano menor. No sabía como rezar, pero pedía, pedía esperando que alguien le escuchara.

Y con su corazón palpitando aceleradamente, se levantó de ese frío banco y se asomó a través de la rendija de la puerta; a un lado, sentado leyendo una revista para adultos, estaba el hombre que custodiaba la puerta.

—Oe, dame un poco de comer —fingiendo que no notaba lo que el hombre hacía, le dijo.

—¿Al fin vas a comer, omega? Deberías sentirte avergonzado por rechazar el trato que el pakhan te da, no todos los prisioneros corren con la misma suerte que tu.

El hombre se levantó mientras daba el sermón y colocando la revista debajo de su hombro caminó hacia una mesa unos pasos de donde se encontraba él.

—En Japón no comemos así... En calidad de "amante" de tu jefe, ¿por qué no vas y me traes un buen sake?

Unbreakable | Soukoku - Omegaverse | BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora