Capítulo 4

249 59 242
                                    

Solo quería que me dejasen en paz

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

Solo quería que me dejasen en paz. Y lo hicieron, gracias a la persona que me salvó, la misma de la otra vez, no he visto al chico que por dos veces me ha dado vida, tan solo conozco su voz.

Igual estoy exagerando demasiado, no creo que me hubiesen matado pero que habría muerto de un infarto, eso seguro.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me hicieron daño, pero todavía puedo sentir como la navaja se abre paso por mi piel, cada célula, cada tejido, parece como si pudiera oírlo rasgarse de nuevo, como la sangre caliente empapa mis manos, como cada gota que se escurre de mi herida y va recorriendo mi cuerpo, siento el grito que no pude llegar a soltar y las lágrimas que se acumulaban en los ojos las que tampoco dejé caer, me mordía la lengua para retener tanto dolor, un dolor que me llevo a desmayarme.

No puedo moverme, no puedo abrir los ojos, sin embargo, si puedo oír los murmullos a mi alrededor. Están hablando de mí, noto como me tocan. Estoy fría y mojada y la herida me palpita de dolor. Solo quiero despertar.

No sé cuánto tiempo pasa, parpadeo despacio acostumbrándome a la poca luz que hay, miro hacia los lados despacio reconociendo el lugar.

Estoy en una cama que ocupa todo el espacio en la habitación y un armario de dos puertas está a un lado de la pared. No sé dónde estoy y todos mis sentidos se ponen en alerta. Quiero salir de aquí.

—¡Hola! —oigo una dulce vocecilla—. Despertaste.

Busco la dirección de la voz, una niña está sentada a mi lado.

—¿Dónde estoy? —intento incorporarme, pero la mano de esa niña vuelve a tumbarme en la cama—. Quiero salir de aquí —empiezo a ponerme nerviosa, tengo la boca seca y apenas puedo hablar.

—¡Espera! Estás herida no te levantes, te harás daño.

—¿Quién eres? —pregunto.

—Soy Lucy y ella es Nora —dice con una sonrisa y señalando a otra niña que entra por la puerta con un vaso de agua.

—Gracias —cojo el vaso de agua que me ofrece y me levanto un poco de la cama, miro el vaso con dudas porque no las conozco y mucho menos sus intenciones. Y ya no de ellas, si no de quien pueda haber detrás de la puerta.

—Puedes beber —dice ella al verme dudosa. Pero no lo hago.

Intento levantarme del todo para ponerme de pie, me siento muy vulnerable en esta posición: herida y tumbada en la cama. Necesito ver con claridad todo lo que me rodea. El corte empieza a sangrar por el esfuerzo y la gasa que me han puesto se tiñe un poco de color rojo oscuro.

Me llevo las manos a la herida y las miro a una y a otra y veo que me devuelven una mirada tranquila ¿Me han ayudado ellas? ¿Están solas aquí, sin adultos? ¿Cuántos años pueden tener?

—¿Me... me habéis curado vosotras? —me tiembla la voz. Y trago saliva.

—Solo te hemos limpiado un poco y cuidado mientras dormías —dice la niña de pelo liso.

Distrito 24Onde histórias criam vida. Descubra agora