Epílogo

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Cinco años después

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Cinco años después...

Ayudo a Aria a bajar las escaleras de nuestra casa para ir a la revisión del médico.

—Hugo vendrá enseguida, él lleva llaves, no destrocéis la casa mientras estáis solas —les advierto a mis hermanas que están en la cocina desayunando con Hope.

—Tranquilo, príncipe —habla Nora—. Estaremos abajo jugando con Hope.

—Vale, llegaremos pronto.

Cierro la puerta con llave.

Ayudo a Aria a subir al coche porque con su gran barriga no puede hacerlo sola.

—Todo esto es por tu culpa —se queja cuando no puedo abrocharle el cinturón de seguridad y tengo que sacar el adaptador que compré para ella hace unas semanas.

—¿Mi culpa? —me ofendo dramáticamente—. ¿Quién quiso volver a ser mamá?

—Yo. Pero no te pedí que metieras dos bebés en mi barriga, con uno solo era suficiente.

No puedo evitar reír.

—La próxima vez vendrán tres y así sucesivamente —la molesto aguantando la risa para no hacerla enfadar del todo. Cuando está embarazada puede llegar a tener muy mal genio.

—¡Oh no! En cuanto nazcan te haces un nudo por donde sea que salen tus espermatozoides o no jugamos más a alumna de ballet y profesor, tu verás —dice con el ceño fruncido y cruzándose de brazos como puede. Ante esa imagen no puedo evitar explotar de la risa por lo graciosa que se ve y ella me pega en el brazo otra vez.

Hoy tenemos la revisión del segundo trimestre del embarazo y además de saber cómo van creciendo y si todo está bien, también nos dirán que sexo tienen los bebés y como el día en que nos dieron la noticia de Hope, estoy tan nervioso que me duele el estómago como aquella vez.

Estamos en la sala esperando a que nos llamen para entrar a la consulta. Aria no deja de rebotar su pierna en un tic nervioso, dejo mi mano sobre su rodilla y ejerzo una suave presión para calmarla. Cuando me mira, sus ojos brillan tanto por este momento previo que me veo reflejado en ellos como el papá más feliz del mundo.

La matrona nos hace pasar y como siempre le ponen el gel en la barriga, que, comparada con el embarazo anterior, esta la tiene como el triple de grande.

Hace la rutina de examen de los bebés para ver que todo esté bien y cuando ha terminado se gira hacia nosotros que estábamos embobados viendo la pantalla, sin ver un carajo en realidad, porque quien no sabe de esto, no distingue nada, aunque quiera.

—¿Listos para saber que son? —pregunta la matrona.

Los dos asentimos repetidas veces.

Cojo la mano de Aria y me siento en una silla al lado de su camilla.

Distrito 24Where stories live. Discover now