Capítulo 47

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Aria.

Cuatro meses.

Cuatro meses para graduarme.

Cuatro meses para escapar de aquí.

Cuatro meses para vivir mi nueva vida.

Las vacaciones de navidad han terminado y la realidad me azota en la cara al volver a la rutina.

Estoy en el instituto, más concretamente sentada en la oficina del director. Me han citado para hablar de mi nueva situación, aquella que les plantee a finales del año pasado.

—Señorita Barnett, hemos estudiado su propuesta y dado el estado especial de su caso, vamos a concederle poder estudiar desde casa —asiento—. Tendrá que venir al centro todos los miércoles y los viernes para tutorías y a todos los exámenes de forma presencial.

—Muy bien, señor.

—Todos estos documentos los tiene que firmar su padre para poder proceder como es debido —me entrega una carpeta roja—. Una vez me los haya traído estará todo listo.

Asiento con la cabeza. Obviamente yo firmaré los papeles, llevo haciéndolo desde hace unos tres años de forma regular de manera que no va a enterarse y cuando lo haga ya seré mayor de edad y no harían falta dichos documentos con su firma.

—Otra cosa —se alisa la corbata negra y cruza los dedos por encima de la mesa—. Hemos visto su expediente y ha dejado usted todas las actividades extraescolares de este año.

—Si, ha sido un año difícil. Y adaptarme a mi nueva situación ha sido complicado.

—Lo entendemos, pero al no participar en nada tiene que tener en cuenta que eso la dejará fuera de las universidades a las que iba a presentar la solicitud —enderezo la espalda en la silla—. A finales del curso pasado, usted informó al equipo de orientación que pretendía mandar solicitud a Yale, Harvard, Princeton y Columbia. Debo comunicarle que sus opciones se han reducido debido al bajo nivel extra académico que tiene este año.

—Lo sé, enviaré las solicitudes a otras universidades, aunque sean menos elitistas. Soy consciente de ello. Además, voy a mudarme pronto a otra ciudad y entonces miraré la que más me convenga según el estado en el que viva.

Repasa más informes y carpetas y me aconseja ver a la orientadora de nuevo.

Los silencios que se producen entre las conversaciones son de lo más incomodos, porque no deja de mirarme de la misma manera que hacen todos en este lugar.

No quiero que me tengan pena, ni sientan lástima por mí. Lo único que yo necesito es que no me pongan piedras en el camino para poder sacar mis estudios y mi título.

Nos despedimos y me da permiso para volver a las clases. No he visto a mi amigo en toda la mañana porque no hemos coincidido en ninguna clase aún.

Lo encuentro en la cafetería, en la mesa de siempre. Y con la cara más amargada del mundo.

—Hola —digo de forma animada—. ¿Qué tal las vacaciones? —pregunto.

—Hola muñeca —me sonríe con una sonrisa algo traviesa—. Visité mi país y las pasé con la familia. ¿Qué tal tú?

—Geniales. También las pasé en familia.

Me mira con los ojos entrecerrados durante un largo rato en el que no dice nada.

—¿Qué pasa?

—Pensé que no te llevabas bien con tu padre —se encoge de hombros, pero está esperando una explicación, se lo noto en los ojos que no dejan de mirarme con intensidad.

Distrito 24Where stories live. Discover now