Capítulo 38

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Llego a casa con ella entre mis brazos, está muerta de miedo y yo

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Llego a casa con ella entre mis brazos, está muerta de miedo y yo... yo quiero matar a cada uno de ellos, no lo he llegado hacer porque mi prioridad era ella, pero si van a pasar mucho tiempo sin volver a tocar a nadie, ya que de eso si me he asegurado.

Abro la puerta de casa con mucho cuidado para no despertar a mis hermanas, ya es bastante tarde y por suerte se han dormido antes de que pasara todo esto, de esa manera he podido bajar a buscar a Aria, lo que no me esperaba era encontrarme con una escena que no voy a poder olvidar en mucho tiempo.

Sigue abrazada a mí de brazos y piernas y no pienso soltarla todavía.

Voy hasta el cuarto de baño y abro el grifo del agua bien caliente en la bañera porque Aria está congelada y muy sucia.

—Mi niña voy a bañarte —susurro en su oído con dulzura.

No contesta, pero asiente con la cabeza, la que todavía sigue escondiendo en mi cuerpo.

Cierro la puerta para que mis enanas no se despierten y cuando la bañera está casi llena cierro el grifo. Me siento en el retrete esperando por unos minutos a que ella decida salir, la siento agarrotada a mi alrededor, por eso la ayudo a separarse.

Poco a poco ella deshace su agarre de mi cuello y levanta la cabeza, se relaja todavía sentada a horcajadas sobre mí. Le aparto el pelo de la cara y veo que la han golpeado, tiene sangre sobre ella, pero sé que mucha no es suya, me muerdo la lengua para calmar mis nervios y no reventar nada ahora mismo.

—Voy a desnudarte —le informo y ella asiente.

Me ayuda levantando los brazos para que pueda sacarle toda la ropa sucia, la dejo en sujetador dándome cuenta de que lleva enrollado el collar de su madre en él. Hace tiempo que ya no se lo ponía, supongo que era su manera de no sentirse tan sola allí.

Me levanto con ella todavía sobre mí y con cuidado ella baja un pie y luego el otro volviendo a estar sobre el suelo, está tiritando de frio y con rapidez me deshago de sus pantalones y sus zapatillas.

—Quítamelo todo —susurra—. No quiero llevar nada que me recuerde a este día, y tíralo después.

Hago lo que me pide y deslizo sus bragas por sus piernas hasta que caen al suelo y ella levanta los pies para dejar la prenda tan lejos como puede, sigo frente a ella y desde ahí la abrazo para desabrochar el sujetador y dejarlo tan lejos como todo lo demás.

La tomo para entrarla a la bañera y ella se sienta, notando como el calor del agua hace que su piel pálida coja color por la alta temperatura.

Me siento sobre el borde de la bañera porque no pienso dejarla sola. Se tumba hundiendo su torso y flexionando las rodillas porque no cabe entera, después hunde sus hombros y por último la cabeza, unas burbujas salen de su nariz y cuando se siente lista para salir, lo hace.

Se encoge dentro del agua abrazando sus rodillas y apoyando la barbilla en ellas. Me mira, tiene los ojos rojos, hinchados y tristes, está cansada y magullada y yo no puedo olvidar todo lo que he estado escuchando en todo momento por el móvil, ni me imagino todo lo que no sé.

Distrito 24Where stories live. Discover now