Capítulo 48

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Aria.

—Yo no he firmado eso —le aclaro al ver lo que se supone que es mi firma en ese contrato—. Te ha engañado, porque yo nunca supe nada de todo esto.

—¡ESO ES MENTIRA! —ladra y ese cambio repentino de actitud me pone en alerta—. Tú sabes esto desde hace tanto tiempo como yo. Tu padre me dijo que habló contigo y ¡mierda! Tu firma está aquí.

Niego con la cabeza.

—Esa no es mi firma, tú mismo conoces mi letra y sabes que así no es. Has sido un títere más en todos los asuntos de ese hombre —miento, porque en realidad si firmé esos documentos cuando mi padre me lo exigió hace más de un año, igual que intentó hacer la última vez, solo que entonces era una idiota que se dejaba dominar por él, aun así, nunca firme con mi firma real, porque para documentos importantes siempre tengo otra. La oficial. Un consejo que me dio mi madre hace mucho tiempo y en su momento me extraño, pero que ahora le veo todo el sentido—. Y si tuviera conocimiento sobre esto, ¿no crees que habríamos hablado en algún momento sobre el tema? si es que estaba de acuerdo como tanto afirmas, ¿Cómo es que has tenido que llegar a hacer esto para tenerme?

Parece pensar en mis palabras porque está tan ciego con esto que es incapaz de ver las mentiras que todo este asunto tiene.

—Bueno, eso ya no importa, porque el lunes podrás firmar un documento real. Será consentido y auténtico. No está mal visto firmar contratos prenupciales y todos esos documentos con las cláusulas que queramos. Así son los negocios —se encoje de hombros con indiferencia.

—Ni lo sueñes. No pienso hacer tal cosa —hago una pausa—. Además, si soy mayor de edad no hace falta que firme nada, legalmente puedo hacer lo que quiera. Y eso incluye no ir contigo a ningún sitio. Yo no consiento nada.

—Eso ya lo veremos.

Y así, sin más, coge la puerta y se va. Me deja en el sofá, encerrada y a oscuras y sigo sin saber qué hora es.

El sol de la mañana llega pronto, las persianas están medio bajadas, pero entra luz suficiente para ver bien. Encuentro una nota en la mesa que tengo delante «otra nota» y me da asco ver qué es igual a las anteriores. Al lado hay una bandeja de comida que ni de coña pruebo, demasiados errores he cometido durante mi vida como para seguir haciéndolo, aunque me muera de hambre.

El mensaje dice que desayune y coja fuerzas que en dos horas regresa. Pero yo no pienso hacer nada de eso y si no está, como bien dice la nota, no pienso quedarme aquí a esperarlo.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que dejó eso en la mesa, y si realmente faltan dos horas para que vuelva o dos minutos. Como no tengo tiempo que perder saco con dificultad la navaja de mi bota y rompo las cuerdas. Me lleva un buen rato hacerlo. Pero una vez que estoy desatada voy hasta la puerta qué, ¡mierda! está cerrada.

Se me viene a la mente a mi increíble novio con su super don de abrir puertas y maldigo mentalmente porque no se le haya ocurrido enseñarme eso también. Ahora me sería de gran ayuda.

No puedo evitar llamarlo en susurros para que venga a buscarme, porque siempre lo hace y siempre me encuentra.

Voy hasta las ventanas y no se pueden abrir porque están selladas y no hay forma de salir por ellas. Abro cajones y muebles buscando una llave para la puerta para ver si con suerte el idiota no ha pensado en eso y ha dejado alguna por aquí.

Nada, lo he tirado todo al suelo y ninguna cosa puede ayudarme a salir. He destrozado la sala al completo en vano.

No me queda más remedio que romper las cristaleras y salir por ellas.

Distrito 24Where stories live. Discover now