Capítulo 41

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Este capítulo contiene escenas +18

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La vista que tengo delante de mis ojos es una puta locura. Ella está inclinada hacia delante y desnuda de la cintura a los pies, y está buscando por los cajones no sé qué cosa. Diablos, es una maldita fantasía de mujer, pero todo explota cuando sus ojos se encuentran con los míos a través del espejo.

Se queda en esa posición, sin moverse, ni darse la vuelta mientras yo entro lentamente al cuarto hasta colocarme detrás de ella. No me quita los ojos de encima en ningún momento. Me desabrocho la sudadera y la dejo caer al suelo, me quito la camiseta de tirantes y la lanzo por la habitación hasta quedarme solo con los pantalones, porque tengo un calor de la hostia, y una vez he terminado de desvestirme, hago lo mismo con Aria. Le quito la sudadera, también lleva una camiseta interior de tirantes de color negro con los bordes de encaje al igual que su sujetador, es increíble como una prenda de ropa puede hacerme jadear con el simple hecho de verla puesta sobre Aria, claro que todo ayuda cuando tienes una novia tan despampanante que ponga lo que se ponga siempre se ve sexy. Por eso decido dejar esa prenda puesta en ella.

—¿Qué estabas haciendo? —susurro en su cuello y un escalofrío recorre su cuerpo.

Traga saliva y muy intencionadamente la muy descarada echa el culo hacia atrás apoyándolo en mi entrepierna.

—¿Me torturas? —hablo con la voz afectada por la excitación del momento.

Ella niega con la cabeza. Llevo las manos a sus caderas y la acompaño en su movimiento.

—Solo quiero que hagas que me deje de doler —jadea mientras se muerde el labio inferior.

—Entiendo... —separo sus piernas y una de ellas la subo a la silla que tiene al lado, de manera que su cuerpo forma un ángulo de noventa grados—. Sabes que me mata que sientas dolor —acaricio la pierna que tiene levantada con la yema de los dedos recorriendo desde su tobillo hasta el muslo y le acaricio como tantas veces he hecho ya.

Me quedo acariciándola mientras la admiro a través del espejo.

—Hazlo... por favor —me ruega y asiente con la cabeza a la vez.

Y no tiene que volverme a suplicar. Por primera vez, me ha dado permiso para esto voy a enseñarle cuanto lo vamos a disfrutar.

Ella recuesta su espalda en mi pecho y echa la cabeza hacia atrás, la deja apoyada en mi hombro y lleva sus manos a cada uno de mis antebrazos.

La imagen de nosotros en el espejo es un añadido extra a todo esto. Su cuerpo se empieza a perlar por el sudor y aprovecho para besar su cuello. Solo me centro en ella. Que ella disfrute, que se desarme por mí, que pierda todos los miedos que le hicieron sentir. Que se vuelva loca, porque eso me vuelve loco a mí. Porque no hace falta que me ponga un solo dedo encima, simplemente con la vista que tengo de ella en esta situación soy capaz de correrme.

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