Capítulo 22

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Me tumbo en mi lado de la cama esperando a que llegue, estoy muy nerviosa, dado que mañana por la noche es cuando tienen que hacer el trabajo y realmente no sé nada de lo que tiene que hacer

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Me tumbo en mi lado de la cama esperando a que llegue, estoy muy nerviosa, dado que mañana por la noche es cuando tienen que hacer el trabajo y realmente no sé nada de lo que tiene que hacer. Lo único que sé, es que es peligroso y que, si algo sale mal, todos salimos mal, sobre todo las niñas que no tienen a nadie más que cuide de ellas por mucho que yo quisiera hacerlo.

La puerta se abre y Rick pasa, me giro porque va a cambiarse de ropa para ponerse el pijama, siempre duerme con una camiseta de manga larga fina, un pantalón de algodón y con los pies descalzos.

Y ya sé que esto último es una tontería, pero no se explicar porque me enciende tanto.

La cama se hunde a mi lado y ya sé que puedo darme la vuelta. Él no se ha tumbado, está sentado apoyado en el respaldo con las piernas estiradas y los brazos por detrás de la cabeza. Me incorporo y me siento junto a él.

No decimos nada, solo estamos en silencio por un tiempo hasta que él lo rompe.

—A sí que... —dice girándose para verme y yo hago lo mismo—. ¿Una pulsera de la familia?

—No cualquier familia —señalo—. Una familia de super héroes. Es así como tus hermanas la han llamado.

El asiente, pero parece ausente mientras hace girar la pulsera en su muñeca.

—Al final también has tenido regalo —le digo por la conversación que tuvimos antes de que se fueran.

—El mejor regalo —sus labios se curvan en una sonrisa preciosa.

-—Y te habrás dado cuenta de que contiene la letra E —comento despacio para ver su reacción. Sonríe y asiente—. Y que también me han incluido en la pulsera que representa para ellas como la pulsera de la familia —lo miro expectante, esperando por su respuesta.

—Eso es lo que lo hace el mejor regalo.

Le dedico la sonrisa más genuina que nadie le haya dado jamás.

—Eso mismo hemos pensado también nosotras.

Volvemos a estar un tiempo sin hablar, no es incómodo, pero no me aguanto las ganas por saber más de lo que tiene que hacer mañana porque me tiene inquieta el no tener idea de nada, asique le pregunto de una vez.

—Lo de mañana... ¿Cómo de peligroso es?

Él me observa, creo que no sabe si contármelo o no, veo la duda en sus ojos mientras me mira, pero al final lo hace.

—Depende, hay muchos factores que pueden salir mal, yo no dependo solo de mí, somos unas ocho personas o así más implicadas, cada uno con su papel. Hemos estado estudiando diferentes estrategias. Tenemos un plan A que debemos de seguir para que no haya fallos, pero si algo sucediera y tuviéramos que pasar al plan B, te aseguro que eso sería mucho más peligroso.

—Lo que tienes que hacer mañana ¿es lo mismo que haces aquí, en el barrio?

Se acomoda mejor en la cama quedando sentado enfrente de mí, muy cerca y con las piernas cruzadas. Yo sigo con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, de pronto coge mis piernas por los gemelos las separa y pone cada una a un lado de el por encima de sus piernas. Sus rodillas es la única distancia que nos separa. Aun así, noto el calor de su cuerpo arder cerca del mío.

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