Capítulo 37

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La cena continúa silenciosa, no me quitan los ojos de encima ninguno de los dos y los escalofríos vuelven a mi cuerpo, en este momento decido improvisar por lo que pueda pasar y pienso un plan

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La cena continúa silenciosa, no me quitan los ojos de encima ninguno de los dos y los escalofríos vuelven a mi cuerpo, en este momento decido improvisar por lo que pueda pasar y pienso un plan.

Están como esperando el momento adecuado para hablar y no llega hasta que mi padre rompe el silencio de la peor forma.

—Aria tienes que firmar estos papeles —me pide mostrándome un puñado de hojas, debe de haber por lo menos una docena.

—No pienso firmar nada que venga de ti —hablo entrecortadamente pero firme en mi decisión, aunque me esté mirando como si tuviera tres cabezas y no una.

—¿Desde cuándo te niegas a hacer algo de lo que te pido? —parece desconcertado por mi respuesta.

—Desde que me trajiste a este barrio, ya ves... no solo tú has cambiado —levanto el mentón para demostrarle que no me va a volver a intimidar. Nunca más lo hará.

—No me hagas obligarte —dice con expresión de enfado en su rostro y la voz dominante —No te gustará te lo aseguro.

Ósea que nada de «quiero que conozcas a mi novia» todo ha sido una mentira, un engaño como siempre que se trata de él. Le importo menos que nada y me lo vuelve a demostrar.

Esta cena no es más que una trampa de la que tengo que salir como sea.

—¿Qué dicen? —pregunto por curiosidad, por saber porque se comporta de esta manera.

Nunca me ha tenido en cuenta para nada en sus negocios, más que para ser una figurante en sus reuniones y fiestas. Para él, solo soy una cara bonita con la que atraer nuevos inversores. Y cuando algo se salía de sus planes me hacía a mí la responsable de eso diciéndome: No has sido suficientemente amable. No as sonreído a sus comentarios. Me has dejado en mal lugar. No vales para nada. He vuelto a perder socios por tu culpa. Esfuérzate en ser cariñosa con mis invitados... y bla bla bla.

—Eso no te incumbe y te dará igual saberlo porque son asuntos míos Aria, firma y punto —ordena dando un golpe en la mesa y alzando la voz, está empezando a cabrearse.

—No pienso firmar nada —repito tajante­—. Me largo de aquí.

Me levanto de la mesa y mi padre me lo impide empujándome a la silla y obligándome a estar sentada de nuevo, la mujer se acerca hasta la puerta y echa el cerrojo, dejándome así atrapada en esta casa sin una salida.

Ahora si empiezo a ponerme histérica, estoy encerrada en la otra punta del barrio con mi padre, el cual ya he dejado de conocer por completo y una mujer que no sé qué intenciones tiene, o bueno, más bien, no sé hasta dónde alcanzan sus malas intenciones.

—No te importo nada ¿verdad? nunca lo he hecho... solo me tienes para tus intereses ¿pues sabes qué? ¡metete por el culo tus papeles! —destilo veneno al hablar.

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