¿Por qué me castigan?

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–Pero, ¡cómo es posible!

Mis gritos retumban por toda la casa, mientras mis padres intentan calmarme, pero nada de lo que hagan hará que me parezca buena idea lo que se les ha ocurrido.

¿Que se han creído?

¿Qué pueden hacer lo que quieran con mi vida solo porque soy su hija?

–Keyla cálmate, no hagas una tormenta en un vaso de agua por esto.

Miro a papá como si le hubiesen salido dos cabezas y aprieto mis manos en un puños. detesto cuando utiliza el tono de "Todo estara bien", cuando ambos sabemos que no sera asi.

-¿Qué no haga una tormenta? Lo dices como si fuera normal que en pleno siglo veintiuno mis padres quieran obligarme a casar con alguien.

Mi madre corre a mi lado en el sillón y pasa sus manos suavemente por la mía tratando de convencerme con ello para que baje la voz.

–Mi niña, esto no es un simple casamiento. Es algo mucho más grande – hace una pausa y busca mi cabizbaja mirada – es una alianza, una que va a asegurarte una buena vida el resto de tu existencia.

Retiro mi mano de la suya como si me hubiese estado quemando.

–No quiero una vida cómoda al lado de un hombre que no amo madre.

Me levanto del mueble en el que estaba sentada cuando mis padres me dieron la trágica noticia de que me harían casar con un idiota solo para aumentar su poder y fortuna.

Como si ya no tuvieran suficiente y estuvieran pidiendo limosnas bajo un puente.

Todo esto es tan injusto.

–He sido buena. Jamás se han tenido que quejar de mí – una salvaje lagrima cae por mi mejilla y no hago nada para detenerla, ni a las demás que se aproximan a hacer su aparición – Mis notas del colegio son perfectas, no salgo de fiestas, nunca he tomado alcohol y soy virgen, Por Dios, soy una maldita virgen de 17 años, y eso padres es muy difícil de encontrar en estos tiempos ¿Por qué me castigan?

Los ojos de mi madre se salen de orbita, pero no me importa nada. Lo último que me interesa ahora mismo es que mis padres se escandalicen por haber lanzado una palabrota en sus caras y que haya hecho alusión a mis virtudes sin necesitad.

–No te estamos castigando Keyla Sofía. Y ya bastas de hablar como una camionera. Eso no fue lo que te enseñamos.

No, no fue lo que me enseñaron, pero quieren hacer que me case con alguien por dinero, quizás de ahora en adelante lo que debo de hacer es comenzar a soltar alaridos, comer con las manos y andar sin zapatos, porque definitivamente los ideales con los que ellos me criaron no parecen estar nada bien.

pongo los ojos en blanco y observo a mi madre levantarse de su silla con ese andar imponente que la caracteriza y se pone del lado de mi padre.

–Ya todo está arreglado con los Hamilton. Esta noche hacemos oficial el compromiso.

–¿Esta noche? – Exclamo con una mezcla de fastidio y sorpresa – ¡Perfecto! ¿Siquiera pensaban decírmelo? O es que no hubiese funcionado llevarme a una cena con extraños y venderme como un trozo de carne sin que me diera cuenta.

–Sabíamos que no lo tomarías muy bien y decidimos esperar un poco para comentarte nuestros planes.

–¿Y como se supone que debo de reaccionar si mis padres están haciendo un trueque conmigo y me tratan como si fuera una propiedad?

Mamá separa sus labios como señal de que dirá algo, pero antes de que lo hago salgo del despacho de mi padre con fuertes pisadas y un portazo. Nunca les había hablado de esta manera. Siempre he sido la hija correcta que no hace nada fuera de lugar, pero esta vez se lo merecían.

Comprometida con Adam [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora