Sueños (parte 3)

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Hace once años...

-¿Mami?

Entro al cuarto de mis padres en puntillas intentando ser sigilosa y voy directo a la cama para comprobar que mi madre no esté durmiendo.
Sé que no le gusta que la despierte y se enoja bastante cuando entro a su habitación. Pero el dibujo que llevo entre mis dedos me ha dado el impulso de salir corriendo a buscarla.

A lo mejor después de que se lo regale dejara de estar tan enfadada conmigo.

Doy la vuelta por todo el lugar, entro a su enorme closet, para encontrarlo vacío y poco a poco siento como la decepción me va llenando por no hallarla.

"Qué raro, Matilde me dijo que no se ha ido a ninguna parte"

Convencida de que podría estar en algún lugar continuó con mi búsqueda exhaustiva, juego entre sus elegantes vestidos, miro debajo de la cama e incluso del sillón como si estuviese jugando a las escondidas, hasta que llegó a la puerta del tocador. Mi pequeña mano se posa en ella y de un leve empujón me deja ver el interior a medias.

Desde donde me encuentro solo soy capaz de apreciar el enorme lavamanos de piedra blanca puesto de bajo de un espejo rodeado de pequeñas luces.

Sonrío recordando como mi madre suele maquillar su perfecto rostro en el.

Muero por ser grande y poder jugar con esas cosas.

Otra risilla emerge de mis labios, colocó una de mis manos en mi boca y la reprimo, tratando de ser realmente silenciosa, hasta que un sonido hace que me detenga.

Mis ojos se abren de par en par, pero no de emoción por posiblemente haber encontrado a mi madre, sino de sorpresa; pues el ruido ha sido algo extraño e irreconocible.

Escucho nuevamente el sonido.

– ¿Mami? – Digo con voz temblorosa, a lo que dejo caer mi cabeza a través de la puerta. – ¡Mami! – repito nuevamente pero en un enorme grito.

Los ojos de mi madre se encuentran con los mío rápidamente y en menos de veinte segundos su mirada cambia de sorprendía a enfadada.

-Keyla... vete. No se como la soportas.

Parece hablar con alguien más.

Noto como su voz suena calmada, sin embargo puedo ver que oculta irritabilidad en ella; aún teniendo la edad que tengo soy capaz de saber que tan enojada está.

-Pero mami... estas... estás sangrando.

Señaló con mis dedos su entrepierna, donde veo que existen enormes rayones en forma de"x" de donde emana sangre roja y espesa. Mi madre se mira a sí misma como si no supiera que esas heridas estaban ahí y de un momento a otro sus ojos se llenan de lágrimas que se derraman por sus mejillas junto a su máscara haciéndolas ver tan negras como la situación.

Veo como se sacude a las manos y deja caer una figura filosa al piso.

-¡Que te vayas te digo!

Todo mi cuerpo tiembla ante su grito, pero aún así no me muevo de mi lugar. Mis pies están clavados al piso y mi mirada se encuentra estática en las gotas de sangre que también emergen de sus manos.

-Quiero que vayas a tu recámara y allí me esperes, ¿entendiste?

A pesar de que suena más calmada y controlada una enorme ola de miedo se cierne sobre mi, pues sus ojos tienen un deje desesperado que hace que mi corazón se acelere y mi piel se hele.

¡Jamás me había sentido tan asustada!

Ni siquiera cuando fallaba en mis notas de canto cuando ella me pedía que animará a los invitados de sus fiestas.

-¿Es que no me escuchaste?

Asiento rígidamente, pero aún no me muevo.

-¡Que te muevas! Joder, ¿por qué tienes que ser tan estupida?

Se levanta débilmente del suele en el que la he encontrado y camina más rápido de lo que creo que sus recientes cortes podrían permitirle, para empujarme y sacarme del baño.

Teniéndome fuera asoma su cabeza por la puerta y me echa un frío vistazo.

-Ya te las verás conmigo mocosa.

La puerta se cierra ante mí y siento como un par de lágrimas se cuelan por mis ojos; levanto mi mano para secarlas y me encuentro con mi dibujo todo arrugado, había olvidado que aún lo traiga conmigo, lo he de haber arruinado sin darme cuenta. Giró sobre mis talones y hago una lenta caminata fuera del cuarto, en el proceso cruzó por el espejo de la cómoda de mamá.

Mi pelo marrón puesto en una coleta cae sobre uno de mis pequeños hombros y me sobresaltó al ver las machas escarlatas que el agarre de mamá ha dejado en mi suéter favorito. Conozco como son las cosas, así que contemplo con detenimiento la posible última vez que vería esa tela lila sobre mis brazos.

-¿Por qué eres así mami?

Digo con tristeza, para terminar de salir de la recámara antes de meterme en más problemas.

Comprometida con Adam [En corrección]Where stories live. Discover now