Injusta

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Respira... y mantén la calma.

Pienso mientras tomo mi estómago con la mano y me recuesto de una de las paredes del majestuoso salón al que me han obligado a asistir.

¿Como puedo equivocarme tanto?

Cierro los ojos y vuelvo a inhalar de manera profunda deseando con eso que un poco de aire entre a mis pulmones.

-Toma tu abrigo. Nos vamos de aquí. Ya me canse de esta porquería.

La voz enfadada de Adam me sobresalta, salgo de mi ensimismamiento y sin más lo sigo hasta la salida avergonzada de la manera inmadura en la que me he estado comportando todos estos días.

No debí de decir las cosas que dije. No debí de tratarlo como lo hice.

Es cierto que no es una blanca paloma, pero no es el monstruo que creí que era.

Si tan solo lo hubiese escuchado cuando me lo había pedido ahora no me estuviera sintiendo tan mal.

***

Ocho horas antes.

-Adam...

Grito enojada al entrar a la casa más con mi madre que con él mismo. Todo el camino de vuelta a casa en vez de sentir la blanca nieve fría y refrescante la sentí arder por todo mi piel. La rabia y el deseo de mandar a freír espárragos a mi progenitora se hicieron bastante notorias.

¿Como es posible que trate como una pieza más de su juego a su única hija?

Camino con rabia y me paro en la escalera para gritar a todo pulmón el nombre de mi acompañante. Me importa muy poco que este durmiendo. Si eso es lo que hace que levante su firme trasero de la cama y que venga aquí.

¿Acabo de pensar en lo duro y apetecible que es su trasero?

¡Pero que me pasa!

Espero unos segundos mientras me calmo y al ver que no hace asomo de aparecer al pie de las escaleras decido dar una vuelta por la parte baja de la casa sabiendo que no es de las personas que se quedan acostados hasta tarde y recordando con la rutina que había marcado en mi cabeza cuidadosamente luego de haberlo observado en silencio durante semanas que debe de encontrarse por alguna parte de la casa vagando como alma en pena o como chivo expiatorio.

Tras revisar varias áreas lo encuentro sentado relajado leyendo un libro en la biblioteca.

Me sorprende ver lo elegante que le quedan esos pantalones jeans oscuros junto a ese suéter color rojo vino que lleva puesto. Una de sus piernas se encuentra cruzada sobre la otra de manera masculina y su ceño fruncido demostrando lo concentrado que está en su lectura.

Muerdo mi labio inferior tratando de hacer presente el hecho de que descubrí que tiene una familia.

¡Se supone que le odie y que no puedo seguir viéndole como si fuese un Dios griego acabado de salir del mismísimo Olimpo!

-¿Necesitas algo?

Me sobre salto al escucharlo hablar de manera pacífica sin siquiera alejar la vista de su interesante libro. De un momento a otro la molestia que sentía desciende y se ve reemplazada por un nerviosismo irracional. No muevo mis pies de la entrada de la habitación repleta de libros y me limito a mirarlo como toda una tonta desde mi posición, celebrando el hecho de haber escuchado su voz tras días de haberse silenciado.

Para ser sincera me imaginaba encontrándolo en el jardín, ladrandole, como lo he estado haciendo desde que llegamos a Amsterdam, que teníamos que ir a una estúpida fiesta y luego yéndome mientras lo dejaba con la palabra en la boca, pero mis planeas ahora se ven frustrados por el hecho de encontrarme impresionada de que esas cortas palabras sigan siendo sutiles y delicadas y sobre todo que estén dirigidas a mi.

Comprometida con Adam [En corrección]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora